Anthuan Hols Ksals

LLUEVE, HOY

 

La tarde se ahoga. Llueve algún verso inacabado. No retorna el pálido sueño a pesar del silencio. Alguien murió sin saberlo.
Se repiten las cosas tanto como los gastados signos que me acompañan; después de todo, soy el que busca las últimas palabras.
Su voz cuenta las sílabas. Solo toca la puerta a esta hora, cuando la gente está en otro lado. Trae consigo huellas de barro en el comedor, el cálido olor a jengibre y miel, el sonido del teléfono, los dibujos en los húmedos cristales, algún pequeño llanto que pronto se ampara bajo un consuelo. Lo que aún es mío y perdí.
Pero no puede decirse. No puedo. Lo oigo por sobre todo, ajeno al trazo y al fonema, porque no puede ser más que el íntimo fondo. Alguien murió sin saberlo.
Repletos días de ruido aguardan en la insalvable distancia. Veo apagarse las cenicientas luces, la madera que sostiene mi mano, los rostros que yacen donde no hay cuerpos. Una ausencia es el frío rastro.
Finalmente arrima el sueño, inadvertidas sombras de una tormenta de Abril, aquellas últimas palabras. Y se van.