Son las 7 de la tarde, me encontraba en la ducha con el agua caliente cayendo sobre mis hombros, contemplando el vapor que se genera, con la luz apagada y mi vela favorita encendida. Siempre que quiero aclarar mi mente y poner en orden mis pensamientos, tomo largas duchas para desconectarme de todo y conectarme conmigo.
Salí de la ducha, con mi bata de baño y aún con mi cuerpo húmedo me dirigí hacia la cama y me recosté, mis ojos comenzaron a inundarse de tantas lágrimas que estaba a punto de caer sobre mis mejillas, sentía como en mi garganta se formaba ese nudo tan especifico, el nudo cuando algo realmente te está partiendo en dos el corazón.
Me encontraba sola, no había nadie a mí alrededor para consolarme ante tal situación, no había alguien cercano para apoyarme de sus hombros y poder levantarme de esto que claramente me estaba aplastando.
No negaré que fue difícil levantarme, en realidad fue muy complicado levantarme esta tarde, pero no dejaré que algo así me tumbe, porque aprendí que tengo un valor como persona y ese valor no me lo asigna otra persona que no sea yo.