Toca mi puerta abierta sin temor,
me embriaga el aroma de aquella flor.
Su boca harta la sed del peregrino
escancia la copa con el buen vino,
en arrebato de instante divino
sin nada personal en el camino.
Como en un sueño ella se acercó a mí,
sin meta tras aquel sueño corrí
Nada personal que lleve a dolor,
pasan los años y aún no adivino
la causa para no quedarme allí.