En tu rostro puro, descubrirme
y destruirme. Barco que encallas
solitariamente, al lado de mi casa.
Solemnemente, inauguro los días,
extraigo el panegírico, digo al azul
del cielo, ven. Ven y destruye, mis viejos
aposentos llenos de rabia, llenos
de vieja y ocre cólera terrestre.
Y soy oportunamente demolido,
como vieja ruina,
que nadie esperara. Soy calcinado,
derrumbado, por las huestes azules,
de una sonoridad aplastante.
Y es la nevada, abundante, que transita
terrenos decisivos.
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