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**~Novela Corta - Futuro en manos del Pasado - Parte I~**

Cuando Leticia irrumpió en llanto fue cuando el desprecio del amor se le vino encima. Cuando en el imperio del dolor se vió aferrada al tiempo, y fue en un futuro en manos del pasado, en que soslayó ella, Leticia. Si Leticia huía del imperio de su propio oscuro pasado, cuando en el instinto se vió aterrada a su propio pasado que era tan fugaz como el aire veloz. Amó como nunca a una mujer en soledad, cuando en el delirio fugaz se aferró a la mala entraña inefable. Si se vió aferrada al tiempo y más a su cuerpo amándola como muchas veces la amó. Y ella, Leticia, le confío el amor y más la pasión inerte y tan fría, pero, cálida como el mismo deseo en el corazón si hasta el alma le brindó. Cuando su alma se vió atada al recuerdo de un mal pasado en que ella amó a una mujer. Cuando en el instinto se vió horrorizada hacia la forma de ver el cielo de una tormenta tan vil como tan inerte en el alma. Si en el mal recuerdo se vió con temor a su mal recuerdo y a un pasado tan delirante como el que ella había vivido. Y no lo quería más recordar. Cuando su pasado fue y será haber amado a una mujer, la cual, la abandonó dejando el corazón en trizas y en pedazos como a un roto cristal. Si ella, Leticia, la había amado intensamente. Y si era y siempre será su pasado más oscuro y más tenebroso, más impetuoso, y tan vil como el mismo cinismo de ella. Si Leticia, era soberbia, era rica, pero, con un pobre espíritu dentro de la manera de ver a su nueva relación llena de estupor en ubérrimas inyecciones de amor. Si en el instante en que se casó con Gabriel, no, nunca le dijo nada de esa pasada relación en que amó intensamente a una mujer. Y de esa mujer no se supo más de ella, si Leticia, quedó maltrecha y abandonada, y dentro de su corazón, quedó la decepción y el más amargo de los momentos, cuando en el ocaso se vino abajo el mal delirio, y más el mirar el horizonte tenue y con luz dejando una rica sensación. Dentro del mirar del universo, sólo vió a las estrellas dormidas, imitando a la luz veraniega y divagando entre la oscuridad inerte y suave y delicada. Cuando en la alborada comenzó un sol siniestro y cálido, si en el instante se vió aferrado a mantener una relación estable, si era ella, Leticia, la que contrajo matrimonio con Gabriel. Si Gabriel era su única salvación y su único amor, pues, el amor se le vino abajo, cuando ella, Leticia sí, amó a una mujer y tuvo una relación con ella. Era una bella mujer, pues, su manera fue amar y fue más que el propio amor.  Cuando pasó el tiempo, sólo brilló una lágrima entre sus ojos claros color café. Cuando en el destino se vió una acelerada atracción y más por esa mujer. Cuando en el tiempo, sólo pasó unas desavenencias y tan oscuras soledades cuando en el tiempo sólo creció como planta cosechada en el tiempo. Como pasaje del dolor en el tiempo. Cuando en el ocaso se dió como un refrescante calor dentro del frío invierno. Cuando en el ocaso se ofreció como lluvia descendente y como un extremo largo como un suspiro dentro de su propio cuerpo. Y fue la lluvia fría que dentro del invierno frío se dió como órbita terrestre cuando en el cuerpo atrapó con su aura a su fría piel. Cuando en el ocaso se enfrió con la lluvia fría que dentro del paraíso se sintió como un sólo deseo inerte en la piel. Cuando en el monte triste bajó un cometa de verano frío cuando en el templo del cuerpo se ofreció un inerte delirio que más enfrió el tiempo y más a su corazón. Y fue el futuro en manos del pasado, lo que más se hirió, cuando en el delirio fue tan delirante como el mismo cruel y frío pasado. Cuando en el ocaso se llevó con la lluvia fría en el destino y más en el cuerpo. Cuando en el instante fue imposible en la manera de amar más. Cuando en lo imposible de lo indeleble se hartó de una forma tan real como el haber dado eficaz tormento en su pasado más cruel. Cuando Leticia se identificó con las caricias dentro del instinto en que se diera una manera total de amar a ésa mujer. Cuando el tiempo caducó de frío y de desconciertos fríos tan inertes como el mismo delirio delirante. Cuando en el ocaso se fraguó el ocaso y más dentro del mismo tiempo en que el primordial secreto se desafió el cometa de luz en plena oscuridad. Cuando en el ocaso se vió frío como el mismo instante dedicado al frío inerte en la piel cuando ella, Leticia, recordó a su amor. Que dentro del instante se perforó el aire en contra del mal deseo que ella sentía. Y el mar quedó como el instinto en que se indignó del tiempo y de un ocaso muerto. Cuando en el albergue de su propio coraje se vió inalterado. Cuando en el interior de su presente se diera como el mismo delirio, cuando en el frío se identificó como el mismo paraíso de un sólo sol. Cuando en el presente se vió como el mismo pasado cálido y tan inherente de besos y tan candente como aquel amor de esa mujer. Cuando en el mismo deseo se diera como el mismo fingir, pero, tan desnudo como el mismo amor en que ella amó a ésa mujer en su pasado. Posiblemente se dió como el frío inerte, si cuando en el momento se ofreció un sólo descifrar incongruente dentro del mismo altercado. Cuando en el mismo instinto se igualó el tormento en el destino frío. Cuando en la floja certeza su futuro en manos del pasado entre lo que más ella sintió en su propio corazón, y de un frío pasado. Cuando en el deseo se dió como el mismo inerte frío. Y era Leticia, la que un día amó a una mujer en su pasado más oscuro, casándose con Gabriel, para luego irrumpir en un llanto frío recordando sólo su pasado más tenebroso. Cuando en el delirio se cosechó un mal deseo adviniendo en una crueldad de sollozos clandestinos. Cuando en el adviento sólo se reflejó una osada osadía en saber que el perfume se lo había quedado ella en su interior. Y devastada con el sabor tenue y mísero se identificó como un sollozo clandestinaje de una piedad sin contemplación. Sin una candidez herida cuando en el dedo sangraba de dolor y por una espina de una rosa que le dió la vida. Cuando en el servicio de una sola voluntad en que el destino se aferró al camino frío. Cuando en el aire se electrizó como la piedad en el alma buscando una condonación perenne cuando sólo ella, Leticia, deseaba sólo ver su futuro impoluto y sin mentiras entre Gabriel y ella, Leticia. Cuando en el pequeño desastre se evidenció lo que más se creció en el alma. Cuando en el alma no se retiró de fríos adyacentes si en el alma se desvaneció como la misma penumbra de una sola soledad tan álgida como el mismo invierno. Cuando en el desenlace se vió aterrado de fríos y de gélidos desafíos, cuando en el rencor y el odio se aferró como el mismo torrente de descontroles y de un invento fraguado en el alma. Y era ella, Leticia, la que en el alma se sintió como la fuerza en espelunca, cuando el corazón no cabe por donde el frío se da como la misma atracción efímera. Cuando en el alma fue como un desastre y tan perdido como el mismo imperio. Cuando en el alma se dió como el mismo reflejo dentro del mismo cinismo de ella con su actual esposo. Cuando en el suburbio de lo cometido, se enfrió el desastre de ir y de venir, lejos de un sólo tiempo, en que más se acuerda de su terrible e indeleble y gélida relación entre ésa mujer y ella, Leticia. Su augurio futuro se veía en un futuro en manos del pasado, cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se vió aterrada y aferrada al comercio de lo inefable sin poder explicar a Gabriel de aquella relación con ésa mujer que le dejó el corazón en trizas. Devastando un por qué desnudo, por el cual, se cosechó una verdad tan impoluta como poder recordar por siempre a ése amor, en que la dejó inerte y tan fría como el mismo hielo. Cristalizando lo que ocurrió en el pasado tan cruel y tan vil como haber abandonado a ésa mujer, en que ella, Leticia la amó con tanto fervor. Leticia, una mujer decidida y capaz de tomar cualquier desafío en su corta vida y de su existencia la llave en que abrió la buena suerte por haberse casado con Gabriel y con un hombre tan bueno, el cual, no merecía una mentira así. Leticia, la cual, amó indeleblemente a una mujer, y quiso que fuera tan real, como la verdadera esencia, en que se dedicó en ser como el perfume de ésa mujer, en que ella, sólo ella amó con fuego latente a ése amor universal, en que sólo le ganó el desprecio del amor y de la pasión desnuda cuando se vió aterrada a ser como el mismo momento. Cuando en el desenlace se sintió horrorizada por no tener a ése amor que dejó sola y muy abandonada. Cuando en el trance de lo vivido la dejó como al mismo odio o como el mismo rencor, en que se vió todo, como el mismo instante en que se amó vehementemente. Si en el final se sintió como un dominio total, en que el recuerdo la acechaba más y más, cuando el desenlace se vió tan frío y tanto desenfreno frío como el mismo momento en que se cosechó más el final por haber dejado a la suerte a ése amor.

Y Leticia aferrada a sus hijos con Gabriel, pues, era su única salida o escape de la rutina diaria que vivía ella con su esposo Gabriel. Si era el único escape, o mandato en que sólo se entregaba a sus hijos y todo por el amor que les ofrecía la vida misma. Cuando en la pasión acechaba más el mar de mentiras de Leticia, sólo ella veía, una furia alocada por amar a ésa mujer, la cual, abandonó y dejó maltrecha la mala situación en que ella vivía con Gabriel. Cuando en su recóndito corazón sólo se llevó un susto por consiguiente, cuando Leticia, encontró una fotografía de ésa mujer y con ella en su cruel y vil pasado. Cuando llega Gabriel al hogar se topa con la forma extraña de Leticia en guardar o esconder esa fotografía, tan velozmente que quedó sólo en una sola sospecha sospechosa por una mala situación. Y él, Gabriel, sólo se ofreció como hombre consolador cuando ella, Leticia, le cuenta de que ésa mujer fue su mejor amiga que acababa de ser un óbito, cuando falleció de cáncer, otra mentira más, cuando en el momento era ésa la mujer que ella amaba más. Leticia, tan dócil y vilmente tranquila, con una paz insolvente, y con una velocidad extrema de la existencia vivida. Era, ella, Leticia, la que más deseó en el ámbito terrestre amar a ésa mujer que le partió el alma y el corazón en trizas a ella, si Leticia, era como el sol o como la lluvia misma, dos estrellas opuestas, pero, con un sólo fin: dar luz. Cuando en el inicio de la temporada se dió el insolvente invierno y tan frío como la misma mala situación. Cuando en el infierno se abría de fuego adyacente y de fríos álgidos como el mismo hielo que se derrite en el mismo fuego de ese infierno y de ese calor. Cuando en el interior se sintió como lo delicado de ese invierno frío, pero, desolado, y muy triste. Y quería Leticia buscar a esa mujer, a la que amó intensamente, pues, su amor era y será para siempre, de esos que en el alma es luz, y en el corazón sólo latido. Cuando en el alma se perfiló el odio y el desastre de amar bajo la bifurcada relación que dejó Leticia sola y abandonada. Cuando en el tiempo, sólo en el ocaso se aferró a un futuro en manos del pasado. Y dejó de pensar e imaginar a su gran e inmenso amor como un pasado después de pretender que el destino fuera un futuro sin camino y sin destino frío y más con Gabriel, su esposo. Cuando se cosechó la forma de ver el cielo y supo que su futuro era con él, con Gabriel. Cuando en el tiempo, fue la forma más venenosa de sentir el cielo como el pasaje de vivir, gracias al destino no tan prometedor. Cuando en el desastre se vió aterrada la vida y más un pasado tan cruel como lo fue abandonar a una mujer que ella, Leticia, amaba con todo el corazón. Cuando en el convite desnudo de sus almas se debió a que el camino se aferró a un sólo destino y tan frío como lo fue tan gélido las manos de un sólo pasado con un futuro tan real y tan cierto como el haberse casado Leticia con Gabriel. Cuando en el ambiente se enfrío el ocaso descendente, cuando en el destino se supo de que el comienzo se aterró a un sólo pasado álgido. Y tan real como el mismo final en que se avecinó el mal tropiezo de haber amado a una sola mujer abandonando en un sólo acto. Cuando el sol se vió reflejado en el imperio de un soplo y de un silbido los ojos café de Leticia. Cuando Leticia, sucumbió en un altercado entre sus ojos y el sol, se vió aterrada de ver el siniestro cálido, de sentir en el corazón una total razón en que se convirtió en una sola insania vesania. Y con tanta ignominia de un ignoto invento entre su cordura y su razón se perdió el mal final o el cruel desenlace. Cuando su vida enfrió el cielo de una cruel y vil e indócil tempestad.   



Continuará………………………………………………………………………………