Una lagrima del sol se desprende de una hoja agitada por el viento del sur
Va hacia el norte, vuela silente sin saber que está muriendo.
Hay unos cables que cruzan los tejados y se detiene a reposar.
La gente camina por las calles contando las baldosas en sus bolsillos.
Ella está muriendo y nadie lo sabe. Aun tiene el tallo verde, pero su pelo ya se está poniendo amarillo.
Ella vivía en su hermoso gomero, jugaba con los colores del sol de la mañana y nunca dejaba de maravillarse del grandioso poder de madre que la protegía de todos los vientos. Jugaba con hubaras, búhos y el canto de los petirrojos era el canto de la vida.
No todas las mañanas son soleadas y con cantos de petirrojos, a veces hay muchas nubes y vientos y esos vientos son malos, me alejaron de mi hogar.
Me fui secando entre los tejados de la capital, viendo gente pasar contando el peso del dinero en sus bolsillos y nadie se percató de que me estaba muriendo.