La canción del amor que te propuse
que escribiéramos juntos sin recelos,
como arrullo de cándidas palomas,
era un himno de hermoso sentimiento.
Impregnada de tiernas esperanzas
mantendría de nido nuestros pechos,
cobijada con mágicas caricias
en las playas hermosas del ensueño,
la canción del amor que te propuse
era un himno de hermoso sentimiento.
El sería mi regio pentagrama
que guardara la música del cielo,
y sería mi lira prodigiosa
con las formas perfectas de tu cuerpo.
Entre notas de amor y de ternura
tu sonrisa sería lindo arpegio,
y teniendo la luz radiante y bella
de tus ojos dormidos y serenos,
tu serías mi regio pentagrama
con las formas perfectas de tu cuerpo.
Yo quería surgiera el dulce canto
que brotara sublime de tu lecho,
como vals con acorde de una arietta
emanando los vinos de tus senos.
Anhelaba que fuera con el ritmo
del compás armonioso del allegro,
palpitando en vaivenes tus caderas
como cuerdas de dulce violoncelo,
yo quería surgiera el dulce canto
emanando los vinos de tus senos.
Yo soñaba con ansias de poeta
que flotando en los bucles de tu pelo,
y exhalando la música mas casta,
era el arpa de Dios tu lindo cuello.
Escuchando tu voz serena y frágil
como roce sutil de suave viento;
anhelando tu amor y tu dulzura
en delirios de un éxtasis supremo
yo soñaba con ansias de poeta
era el arpa de Dios tu lindo cuello.
Como lirio marchito y deshojado
se murió sin nacer mi hermoso sueño
y entre tantos y tantos desvaríos
hoy me queda tan solo tu recuerdo.
La Traviata que nunca fue compuesta
como nube se fue desvaneciendo
en las cumbres nevadas del olvido;
y cubierto de amargo desconsuelo
como lirio marchito y deshojado
hoy me queda tan solo tu recuerdo.
Autor: Aníbal Rodríguez.