Y una tarde fenecerán mis días
¡yo podría ir al tormento de dante!
a pagar con terribles agonías
con brasas rojas y melancolías
con el ¡para siempre! de un alma errante.
siempre tendré tu aspecto en mi memoria
aunque mi cuerpo yazca acaso inerte;
en ti percibí la añorada gloria
imborrable, aun con la sombría muerte.
Y allá puesto en el utópico infierno
las llamas del tórrido fuego eterno
evocaran de tu cuerpo el calor
que aun en las gélidas noches de invierno
¡se prendía! en los momentos de amor.
Y si acaso subo al mítico cielo
a la hora irremediable de morir
en las hebras castañas de tu pelo
a través de ellas quiero yo subir.