Cuántas madrugadas clamé por tu mirada
cuántos ocasos rogué al cielo un encuentro.
Cuántas horas mías lloraron por tus horas
cuántas, mis silencios desearon tus palabras.
Y cuántas… oh… ¡cuántas, cuántas!
mis labios empalidecieron sin tu boca.
Y ahora que te acercas sin un aviso y me miras fijo
requiriendo una hacedora del perdón de tus fallas
y ser tú, el dueño de mis pensamientos y destino,
de mi creencia y eje, de mi conciencia y mente.
Ahora que mi sueño, me llega así de repente
y he escuchado tu gran discurso atentamente
nada más quiero quedarme de nuevo a solas
con la pasión y el amor de mi vida y muerte.
Amor que me ampara, amor que me escucha,
amor que me entiende, amor que me acepta.
Amor que el alma y el corazón me provoca,
que con un suspiro, mi cuerpo entero toca.
Amor que siempre me admira tal cual soy,
amor que me hace sentir bella y grandiosa.
Amor que, pase lo que pase en la realidad,
nunca jamás renuncia ni me abandonará.
He de retroceder, sin más demora
donde pernocto y sublima mi hado,
donde todo lo que llega y acontece
inocuo, dulce o agrio, es aceptado.
¿Tú? continúa con tu plan y finalidad
con lo que insistes en mí transformar
que yo ahora mismo me vuelvo a mi…
¡incondicional sempiterna soledad!
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P-Car
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Paty Carvajal-Chile
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Imagen: Adam Martinakis