Nazaret Muñoz

Jugar.

Jugar.


Jugar,
ya casi olvidé cómo se sentía,
el recuerdo de una infancia,
que fue destruida.

Jugar,
hace mucho que no lo hacía,
mientras de mis ojos
solo salian lagrimas,
en esa triste morada.

Jugar,
la desdicha de una inocencia arrebatada,
el olvido de una muerte prematura
y la incertidumbre que crecía,
de la culpabilidad de una inocente niña.


Jugar,
esperando la muerte,
de mi alma desangrada
que siempre ha estado ausente.