Era mía, solo mía;
era fulgor..., era bruma,
era nieve... y era espuma;
en su faz ella dormía.
Surtidora de alegría,
su partida !cómo abruma!;
mi dolor no se difuma,
desde ese maldito día.
Su sonrisa se ha esfumado,
en el cielo se ha escondido,
quizá en el viento ha volado.
Mi día se ha oscurecido,
su sonrisa se ha apagado,
y mis sueños se han dormido.
Pero el cielo he de robar
y su risa he de escuchar.