Cuando Gabriel, le preguntó acerca de su cruel pasado, si en el desenlace final se dió la forma más cruel de desavenencias inconclusas y de temores inciertos si se fraguó la mentira más cruel del mismo tiempo, cuando ella, Leticia, le mintió, otra vez, pues, su forma de ver el cielo era de una cruel tempestad. Cuando en el ocaso llovió de la forma más improvisada cuando esporádicamente se dió como el más tenue de los eventos, lloviendo fuertemente, cuando su pasado fue y será haber amado a una mujer, la cual, se exaspera como un cruel tormento, cuando en su esencia se dió como un nombre sin apellido. Y ella, Leticia, la recordó, pues, en el viento se electrizó, lo que fue un amargo sollozo de una mujer que amaba a otra. Cuando en el intenso desastre se dió como el viento, o como el mismo lugar en que dejó abandonada a ésa mujer que ella amó intensamente. Y Leticia recorría esa habitación, cuando en el tiempo, sólo en el ocaso del tiempo, se dió lo más inesperado de la cruel lluvia que caía en derredor, pues, el instante se edificó como tormento, y como el mismo instante inerte y débil como la fuerza dentro del comienzo, de un mal comienzo, cuando el final sólo fue un tropiezo y sobre un mal tan detenido por la misma fuerza. Cuando en el instante se creó como un vil siniestro y cálido momento, en que se fraguó una osadía inerte e inestables deseos, cuando ella, Leticia, no se rindió o no se dió por vencida ocultando la verdad impoluta de salvaguardar la manera y la forma de atraer el amor en el mismo corazón. Y con toda razón se dedicó en ser como una buena señora en que el destino se diera como el mismo instante en que se dió lo efímero cuando el comienzo se dedicó en ser como la misma caricia en que se fue ella hacia la verdad por haber amado sin condición ni consecuencias raras en que se diera una verdad tan real. Cuando en la impoluta seriedad del ocaso con lluvias se fue por el torrente de aguaceros, en que caía ese ocaso cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se dió una fuerza inerte. Cuando en el ocaso se sintió como la misma lluvia por la piel. Sintiendo lo delicado de la débil espera, por esperar lo más inocuo de la ausencia, cuando en el alma se fue la fuerza en que se fue por el rumbo incierto, cuando en el jardín de su corazón sólo se le fueron los latidos, esperando a que se fuera el ocaso, sin un eterno fracaso, en que el jardín de sus latidos se detuvieran como lo más inesperado del ocaso o del tiempo en que se cosechó el más instante en que se dió la más débil de las fortalezas, cuando pensó en ésa mujer que ella amó. Y Gabriel sabiendo de todo, pues, su forma de amar le recordaba el cruel pasado de Leticia, si fue un futuro en manos del pasado, cuando en el alma se dedicó en ser incierto como el mismo tormento.
Si era la hermana mayor de Gabriel, la mujer de ella, de Leticia, cuando en el rencor o en el odio de su propio corazón, se amó como la insania salvedad en creer que su estimada locura era por ésa mujer. Cuando Leticia, se ofreció como la más débil frontera, cuando él, Gabriel le indaga acerca de su cruel y vil pasado. Ella, Leticia, queriendo sincerarse, y confiar en los brazos de su nuevo amor, sólo le quedó un destino incierto y un porvenir con temor a ser descubierta en un futuro en manos del pasado. Cuando en el albergue de un instante se dió lo que más cosechó una ciencia incierta, y una indebida mala atracción en saber que su destino y su camino sería tan incierto como saber que nunca volvería a ver, a sentir y amar a ésa mujer, la cual, le entregó todo, pero, que ella, Leticia abandonó y que dejó por siempre sin amor. Cuando amó a Gabriel en una noche de lluvia y tan fría como el hielo, si buscó el calor entre sus regazos, y quiso decir la verdad, pero, no, no, todavía no era el tiempo exacto y prudente. Cuando en el instinto se debió de tentar la razón, cuando la cordura se fue de ella, sí esa noche, si fue esa noche fría y tan gélida como su misma piel sin sentir ni percibir el amor por parte de ella. Y lo amó intensamente, seriamente, e indeleblemente como si hubiera obtenido un recurso de esos terrestres como el rubí o como la piedra ónix entre sus ojazos más claros como el del café. Cuando quiso amar a Gabriel, y a su único amor y tan pasional como que dejó atrás las circunstancias malas y las mañas de seguir en sus sentimientos a ésa mujer que ella por error amó, pero, ¿fue un error?, pues, no, se decía ella, Leticia. Cuando su eternidad fue un sólo triunfo el querer de tratar de olvidar a ésa mujer que amó con todo el corazón. Y deseó más a Gabriel, cuando le besó hasta el alma, pero, más deseó amar a ésa mujer que dejó caer todo su amor en el corazón. Y en su imaginación llegó el deseo, el amor y más la pasión desnuda por haber amado a ésa mujer, que dentro del ocaso cayó una lluvia en la noche fría desatando la furia de una cruel tempestad. Cuando en el rumbo y sin dirección se debió de amarrar al viento y al ocaso aquel, cuando cayó en derredor la lluvia y ella, Leticia, se ¿sinceró?, pues, no. No todavía. Ni él, Gabriel, tampoco con Leticia. Los dos cómplices o en testigo de ese amor tan perdido de esas dos mujeres lesbianas, la cual, era Leticia y ésa mujer. Cuando amó verdaderamente con el frío del tiempo, y de sus brazos de tempestad y por una libertad inherente y perenne, pero, sólo estaba atada a ese pasado cruel cuando amó a una mujer. Era como una telaraña justa y con una maña desastrosa cuando en el cuerpo sólo se sentía el suave derredor impetuoso, de clandestino fuselaje y de un equipaje inerte y tan frío como lo fue amar en circunstancias raras a ése hombre de nombre Gabriel. Y no se extrañó en nada, de que Gabriel sabía del pasado de Leticia, en un futuro en manos del pasado. Cuando en el cinismo y la hipocresía crecía más y más, cuando él yá sabía de su vil pasado con ésa mujer, pero, ella no sabía nada. Y más sin saber ni sospechar de que ésa mujer era la hermana mayor de Gabriel. Cuando en su alma quedó como una indeleble palabra en su piel amada. Y sí, que lo amó, lo deseó, y más quiso entregar cuerpo y alma, desnudando el suave desenlace de tener en su alma una caricia de él, y aún, sin saber el final que le depara a ella cuando supo de toda la certeza de que él Gabriel sabía todo de su cruel pasado con ésa mujer que amó con locura. Cuando en el interior se debatía una gran sorpresa en que el final no era tan irreal sino tan verdadero como la misma conciencia. Cuando en el altercado de su coraje de su pobre corazón se dedicó en ser como el mismo perdido mar, como lo era tan hondo en que no podía ni sobrevivir. Cuando en el ocaso se dió el más frío evento, cuando hasta el alma se llenó de la sal perdida de ese mar tan profundo. Y ella, lo amó sí que lo amó, si era Leticia, la que un día abandonó a una mujer cuando se entregó en cuerpo y alma a enlace matrimonial con Gabriel. Y sí era Leticia, la que atrajo una perdida razón, cuando en la locura amó y también a un hombre, el cual, yá conocía de su futuro en manos del pasado, cuando al percepción, llegó a amar lo que dejó la pasión viva de eśa mujer que ella, Leticia, amó ciegamente.
Y era otro día, en la vida de Leticia y de Gabriel, cuando ella, en el instinto sollozó con lágrimas de desesperación cuando en el altercado de su mirar se debió de amarrar el alma a esa telaraña como una terrible maña, soslayado en la manera de ver y sentir y de acariciar la ternura en su futuro en manos del pasado. Y fue un pasado cruel, con un terrible yerro, el cual, irrumpió en malos deseos, cuando en el alma se llenó de luz condescendiente, si no logró arribar al amor como con aquella mujer que amó lamentablemente en un camino lleno de bondades y de locura de dos mujeres casi adultas. Cuando se aferró al destino y más al camino lleno de fraguado dolor, cuando el dolor no se imagina ni se inventa, cuando el dolor sólo se sintió en el alma. Si corrió y creció como la espuma o como la misma muerte en el mal atrayente en la vindicta eminente de poder creer más en el óbito desnudo de su pobre alma. Cuando en el siniestro cálido del sol sólo se ofreció como la nueva aventura desordenada, impetuosa, y de clandestino infortunio. Cuando en el alma se llevó una gran e inmensa sorpresa de que el imperio desnudo se debió de ver el cielo por una cruel tempestad, cuando en el instante creció como el lamento de un solo corazón, el de llorar como una lluvia con gotas de dolor. Cuando en el altercado del marrar con la luz del alma, se debió de creer en el destello de luz y de sus propios ojos. Cuando en el tiempo, sólo sopló con el viento a su favor, dejando cruel e inerte a un sólo desenlace final. Destrozando la forma de un futuro cruel cuando en el alma se dedicó en saber que el cielo fue como una cruel tempestad. Si su futuro en manos del pasado, fuera inerte como tan real, si fuera como el ir y llegar y marchar lejos. Y Leticia, fue como el aire o como el viento o como el suburbio de un ademán tan frío como el alma sin luz y el corazón sin latidos y mucho menos sin amor. Cuando el coraje del alma fue como el mismo instante en que se dió el coraje de morir sintiendo el más delicado de los momentos.
Cuando en el alma se debatió una sola osadía, cuando ella, la mujer que Leticia amó, pues, apareció hablando con su actual esposo, cuando en el suburbio de su corazón se dedicó en ser como el más funesto de los instantes. Si ella, la mujer que amó Leticia volvió y con un derredor siniestro y cálido, como si estuviera regresando del más allá. Y sí que la amó y la amaba, cuando en el desenlace de un tiempo, sólo se llenó de un tiempo, en que la mujer sólo cosechó una rosa y sin espinas hirientes, cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, sólo quiso en ser como la princesa de un sólo cuento, en que el deseo se perdió. Cuando en el tiempo, sólo calló lo que quiso callar. Y esa mujer regresó a la vida de Leticia, cuando hablaba insistentemente y persistentemente con Gabriel. Ella, Leticia se acerca e indaga todo, ¿por qué hablaban juntos y a solas?, y de ¿cómo se conocían?, cuando el tiempo se hizo como una insistencia como cuando el alma se llenó de dolor, y de una cicatriz marcada como la herida de unas espinas punzantes. Cuando en el ocaso se diera como el frío o como aquella lluvia álgida, y tan real como la vez aquella en que amó a Gabriel. Cuando en el instante se abrió el deseo de marcar una sensación o un amor casi irreal. Y Leticia, se fundió de deseos, cuando en la alborada se dibujó una mala sensación en que el alma y el amor se unían, otra vez, pero, bifurcando en el cielo una luz como las de las estrellas. Cuando ella la miró y la observó quiso expresar y pedir su perdón hacia ésa mujer que ella la había abandonado llena de amor. Y supo que era la hermana mayor de Gabriel, cuando en el instante se abrió una brecha, cuando en el momento, se dió como el instante en que el deseo se dió como el desafío, o como el mismo imperio de sus propios ojos. Y la vió y les ripostó de todo a ambos, cuando ahora no eran dos ni uno sino tres que esperan por un perdón o una explicación al respecto. Y Leticia escogió al amor verdadero cuando él, Gabriel, se fue sin rumbo fijo sabiendo del amor existente entre ella y su hermana. Y dejó que el amor subiera al barco zarpando hacia destino desconocido, cuando Leticia amó nuevamente a su mujer, a la mujer que ella amaba. Si era Leticia, y sin una ausencia de ese amor que ella amó y amaba con todo su corazón. Cuando el futuro en manos del pasado quedó fuertemente en el corazón.
FIN