Tenía más fresca la alborada,
y yo cual estrella fúlgida centellaba
no hubo mejor alumna, me aprendí
de memoria el desfile de gemidos
que seguía justo después de su lluvia
realzando sus contoneos, recogía su placer
el de cada musculo, nuestro paseo
extenuado y atrevido nos prolongaba el día,
yo algo confusa, a veces lo confieso,
sí plácidamente adolorida, él distante,
huidizo, lejos de ser mi buen amante
que me hiciera consiente
de cada flexibilidad de mi cuerpo.
El durante nuestra noche, su brazo
me regalaba hermosos sueños
que, al despertar, ilusa perseguía
¿Cómo no haberlo hecho?
en mis ojos él era el sol y yo no lo sabía,
que en fuego interno completa me consumía.