He puesto música a mis palabras
mañaneras,
he tenido el encanto de ver el alba
dentro de mí,
escucho a distancia el aullido
del lobo en la penumbra,
y plantas aromáticas
en la llanura florecer.
Veo los dibujos en las nubes
desde el valle del ensueño,
parpadeando ante un sol que va asombrando,
sorprendido ante mi abolida desesperanza,
he sonreído de nuevo ante el espejismo humillante,
irritante y desesperante,
que quiso dejar dibujada en mis entrañas,
cicatrices eternas,
dando origen ante lo mágico
de ver lo malo desaparecer...
Y aquí estoy,
fresco y sonriente ante el fluido andar de mi paz interior,
sentado ante el viñedo crecido,
con el fin de emular la cálida sonrisa del árbol
que da su fruto,
y el contagiante deseo de un nuevo porvenir.