Afrodescendientes y lubolos -caucásicos pintados tal fuesen aquellos- forman comparsas al ritmo del tambor -y la feminil danza cadera de ropas livianas- hacen \"llamadas\" en la sumatoria con su sonoras cuerdas de percusión lejana para concentrarse en un lugar de colectivo éxtasis multitudinario .La noche montevideana es una sola en sus kilómetros de distancias extremas y el unísono palpite del corazón, un sentimiento de monodia.
Violines en parpadeo
solo ruido de tambores
que por todo Montevideo
renacen africanos amores.
¡Lubolo! se presenta enero
y el fuego estira la lonja
que en las cuerdas de febrero
el candombe es todo lisonja.