Rodeado de seres inanes. Mirando el celeste azul de la mar. Cargando ensueños en los párpados.
Palmas llanas, caras anchas, palabras extrañas. El sol abraza toda la ciudad, cavando pozos en los damnificados rostros.
Contemplando la Mar y el alba correr, danzar y brillar. Con el estómago lleno de poemas y cuentos. Observando el tiempo que no se detiene a saludarme, pasa y no espera por mi, ni al final de la calle.
Los rayos del sol penetran el cuarteado cristal que pronto cubrirá mi carne, pero será para los gusanos.
Parecen lechuzas gritando términos que memorizaron en libros para llenar sus fosas vacías. Ya que de esta nefasta vida nos salva la muerte, ojalá el amor nos remida del eterno sufrimiento.
No espero que me tengas piedad, hurta mi voluntad, desaparece mi bondad y titila mi vaga forma de pensar.
Eres vida y eres hostil, pícara, dura, tirana, fría, y así. Sobre todas las cosas sos hermosa.
Soy hijo de tus arrebatos y sirviente de tus raros mandatos.
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