Cuando en el aire se dió tan perfecto y tan real, cuando en aquel balcón vió el paraíso, y se sintió aterrado y tan aferrado como el mismo instante, cuando en el ocaso se vió dentro del propio interior, cuando en el deseo se le vino abajo y con toda su suerte, pues, su suerte fue como tan pasajera es la vida, con ida y vuelta en un sólo rumbo. Cuando el rumbo es y siempre será, esa entrevista, la cual, sólo quería lograr a superar. Y en ese balcón sólo oscureció su mirada con las tinieblas negras de la noche fría, sólo quiso ser en ciencia cierta aquel viejo que aún buscaba un trabajo, que deseaba laborar y que en el instinto se cuece de calor y de nervios adyacentes lo que les ocurren a todos por igual cuando se enfrentan a una entrevista de labor, pero, él, el Sr. Derick Phills, estaba decidido, palco, y con un reflejo en sus ojos de esa alma que tenía y que poseía dentro de sí mismo. Cuando en el desconcierto se convirtió en el desenfreno inusual en saber que el deseo no desfiguró como lo que más anhelaba él, el Sr. Derick Phills. Si en el desafío se dió como el principio y de toda una vez, cuando en el buen deseo, se dió así, cuando él era tan bueno como el mismo pan. Cuando por descifrar lo que más quiso él, el Sr. Derick Phills, y en el calor de la noche sólo sintió el frío inerte de su propia alma, cuando en el desenlace se convirtió en un sólo bien de un por qué. Y todo porque el frío se sintió suave y por tanta luz de su propia alma, cuando en el Sr. Derick Phills, se convirtió en un sólo desafío cuando para la entrevista ya le faltaban menos horas para ser entrevistado por la señorita Ponf, la secretaria del Sr. Hilt Brown.
Cuando se presentó en la oficina del Sr. Hilt Brown, lo atiende la señorita Ponf, llorosa, y con débil alma y todo por la muerte tan súbita del Sr. Hilt Brown, murió el día anterior por un infarto fulminante, cuando cayó casi a los pies del Sr. Derick Phills, cuando entraba a la oficina a ser entrevistado. Cuando el Sr. Derick Phills, se le posó esa alma, el alma del Sr. Hilt Brown, cuando en el suburbio de la magia de la vida, cayó en redención y en un buen renacimiento, cuando renació con el alma del Sr. Hilt Brown. Cuando en la mañana se dedicó en ser comprensivamente consolador, arribó a la oficina y entró por la puerta, cuando de pronto escuchó el alma del Sr. Hilt Brown, vagar por allí, por los alrededores del almacén textil, donde durante toda su vida había laborado con mucho ímpetu. El Sr. Derick Phills, toma respetuosamente la mano de la señorita Ponf y le da consolación, pues, era la secretaria con tantos años de experiencia y con más tiempo al lado del Sr. Hilt Brown, laborando con las telas de textil. La secretaria estaba hecha lágrimas, deseando morir también, por tanta amistad, respeto y de años de fatiga incansable por laborar con el Sr. Hilt Brown.
Cuando pasó a la otra oficina donde se hacían los reportes financieros de la compañía, y donde se hacían las entrevistas, se aferró al desierto mágico, y trascendental como todo un Sr. Hilt Brown, y se posó en su interior, desde más de sus adentros, y pudo hacer la entrevista sabiendo de todo acerca del textil, cuando él ya tenía experiencia suficiente laborando con el textil, cuando el almacén aquel donde venía de trabajar lo implotan por viejo e inservible, su estructura estaba casi deshecha. Cuando la señorita Ponf indaga acerca de su experiencia, de su legado como profesional del textil, y como fue tan suficiente quedó perpleja por tanta experiencia del Sr. Derick Phills, cuando le indicó que sí, que sí se comunicarán con él, para la plaza de empleo en el almacén textil. Él se despide amablemente, y respetuosamente, que por lo consiguiente, sí, sí que era un caballero en toda la extensión de la palabra. Cuando en el aire socavó cuando se sentó, otra vez, en el balcón esperando esa comunicación por parte de la señorita Ponf, en aceptar sus servicios como empleado en el almacén textil. Cuando en el suburbio pensó e imaginó nunca más trabajar, que por consiguiente nadie quería a un viejo ya de setenta y tres años laborando, si él, se dijo así, que para trabajar y que la juventud le ganaba. No se olvidó de su experiencia, de su labor tan laboriosa como poder ser el empleado en el almacén textil. Y caminó, otra vez, en la fila del desempleo, cuando su esencia lo perfiló hacia lo más terrible de la osadía, marcando un trayecto y sí que firmó papeles, y documentos, esperando por el dinero del desempleo algo que a él, le correspondía y que tenía derechos y por demás, pero, no era suficiente para vivir, se decía él mismo. Y en ese balcón esperando por la comunicación, y por fin llamó la señorita Ponf, él le contestó cortésmente, y tan caballerosamente como siempre le decía la gente. Cuando de repente, sucumbió en un sólo trance su imperfecto nerviosismo por laborar en una alta empresa de alto renombre, en el almacén textil, y del Sr. Hilt Brown. Sólo soñó con lo que no podía en ser verdad, cuando su rumbo tomó otro camino, y fue el de laborar para ese almacén. El Sr. Derick Phills, le confío su experiencia y más su alma, a ese almacén, en el cual, le dejó su alma el Sr. Hilt Brown, cuando murió por un infarto fulminante.
Y al otro día llegó el Sr. Derick Phills, y entró por la puerta de la oficina principal, y la señorita Ponf lo recibió, pues, su mayor éxito era la confianza hacia sus empleados, y el respeto entre todos ellos. Y lo recibió y él, el Sr. Derick Phills confiamentemente le entregó sus papeles de empleado nuevo a la señorita Ponf. Cuando en la alborada se vió a todo el sol, cofiamente resplandecido y con mucho brillo en el cielo azul. Y él, sólo él, caminó desde a lo lejos, petrificado y esperando por su nueva labor por lo que tenía qué hacer en la segregación de labores en el almacén textil. Y le tocó una pequeña oficinita, no muy grande ni tan exuberante, pero, muy cómoda para laborar con las telas del almacén textil. Y comenzó la vida laboriosa, comenzó con una tela a cortar y a preparar para la venta al detal, cuando se da de cuenta de que en esa oficina poseía una ventana y no tan oculta sino que se podía ver y asomar desde allí y ver las afueras de la calle y de la avenida. Él, el Sr. Derick Phills, miraba con insistencias a la ventana, como que algo le llamaba más de la cuenta. Si Derick no sabía nada de la vida personal del Sr. Brown, pero, sí conocía su nombre, del alto renombre, y de alta calidad textil, porque se dedicaba a las telas de buena calidad. Vendía al por mayor y al detal, esa era la encomienda del Sr. Derick Phills, al detal. Ponía la tela bien acomodada en la mesa y cortaba como una inmensa daga filosa a su presa. Y a él le agradaba el trabajo y más porque lo sostenía de miserias, y de penurias adyacentes, que lo dejaran por siempre en la vil pobreza. Cuando en el empate de su mísero salario le daba de qué comer y más de qué vivir la vida. Si en la ventana había un tiesto y muy bonito y con una rosa muy perfumada. Él, no sabía nada, pues, el fantasma que empezó a vivir allí, comenzó a hablarle a Derick, y él, ya sabía lo que depara la mente, al fin y al cabo, algún día, hablar en soliloquio. Y él prefirió callar, no le habló, pues, él sabía a lo que iba y eso no era de un trabajador cuerdo y con una cordura sobria. Él, Derick no quería destruir su vida, perder su trabajo y ni mucho menos desconcentrar su labor en el almacén textil del Sr. Hilt Brown, pero, ese fantasma le llamó mucho la atención, pues, su forma de parecer y desaparecer le hacía la vista más atrayente. Y se fue por el rumbo sin dirección, a ver y a observar la vida de ese fantasma muerto en la ventana, un día en que necesitaba laborar mucho, pues, la compañía tenía mucha demanda. Cuando en el comercio del textil tenía mucha oferta y demanda, pues, las telas se vendían al por mayor y al detal, dejando una situación comercial y un vínculo comercial de inversión excelente para la compañía del textil. Cuando en el ambiente se dió un hostil, pero, tan ágil y con tanta prisa para poder laborar con excelentes labores. Cuando en el principio se debió de cerrar el ceño, dudando siempre por la ventana fría y tan álgida, como el mismo principio, en que llegó a laborar ahí en el almacén textil y halló lo que nunca a un fantasma y tan frío como su propia alma en que llevaba a su alma en una gélida piel como un cristalizado y tan frío como el mismo hielo. Cuando dentro de su cuerpo y más de su piel se erizaba por tanto frío y de miedo a la misma vez. Él, el Sr. Derick Phills, camina desde su hogar desde ese balcón por donde se paseaba el pensamiento y más la vida inerte y tan fría como la del mismo Sr. Derick Phills, y de él mismo. Se llevó una sorpresa cuando en el invierno le cayó un catarro mortal como la misma pulmonía en que Pateco se lo quería llevar a la muerte, como dicen en Puerto Rico. Y sí, se enfermó de tal manera cuando le cayó la fiebre al Sr. Derick Phills, quedó en cama un día, en el cual, no pudo laborar. Y fue ese fantasma interiorizando dentro del cuerpo del Sr. Derick Phills, para poder hablar con él. Cuando de pronto tomó un té de manzanilla, de esos té de la vieja bruja que hacían revivir hasta un muerto. Cuando de pronto se le dió un artefacto por el mero hecho de la silueta de ese terrible fantasma en que cayó en redención, cuando el fantasma a él le habló, al Sr. Derick Phills, cuando en el interior se llevó una gran escala de una terrible luz en el alma. Cuando el fantasma en la ventana, le cayó como final de un mal comienzo cuando en el desenlace se dió como el torrente de lluvia destrozando la manera de ver y de sentir del Sr. Derick Phills. Tomó sus cosas de aquel balcón donde dejaba sus pertenencias, crudas y tan débiles y tan fuertes como el mismo tiempo, cuando de pronto, quiso navegar por el tiempo, y más por la alborada y caminó senda abajo hacia su trabajo, si pasó el camino y cruzó el umbral donde se paseaba el más vil de los maleantes, el vagabundo y con él, con el Sr. Derick Phills, el fantasma en la ventana, lo perseguía hasta llevarlo a su labor donde comenzaba su esencia y más su presencia. Cuando en el suburbio del solo corazón, se dió una autonomía incierta en saber que el deseo se convirtió en deseo y sí, un deseo por laborar y ser o tratar en ser el mejor. Cuando en la alborada caminaba con Dios y con los ángeles de Dios, pues, él confiaba más en su Dios que en él mismo. Cuando llegó a la oficina, la señorita Ponf, lo atendió y le indagó sobre su salud de cómo se encontraba de salud, y lo que él, le contestó, con un ardor de picardía, soy el fantasma de la ventana el que con una rosa se despierta cada mañana. Y sí, sonrió la señorita Ponf, cuando su esencia quedó adherida a la vil presencia de ese fantasma que aún no conocía, si era el Sr. Hilt Brown y él, Derick sin saber ni tan siquiera imaginar o sospechar por algo incierto como tanta certeza tenía el fantasma, buscando a su propia alma que él, Derick la poseía. Cuando, de repente, vé hacia atrás y percibe a un fantasma detrás de él, pues, en el camino caminó bastante como poder llegar seguro y sin temor, ni miedos adyacentes, cuando en el camino quiso ver la ilusión con que iba y venía desde que halló a ese trabajo en el almacén textil del Sr. Hilt Brown. Si desde que el silencio irrumpió a su destino fue como derribar la autonomía propia descendente de iras inconclusas en saber que algo o alguien lo perseguía. Sabiendo y teniendo experiencia y tanta sabiduría sólo se encomendó a Dios, sin saber ni sospechar de que el delirio se enfrió el suave murmullo dentro de su propio corazón. Y sólo se alejó desde el cielo a la tierra de ese cruel fantasma, no le temía sino que no sabía qué o quién era. Cuando llega en la alborada hacia la oficina vé a la señorita Ponf, y sí que le sonrió, cuando en el instante se dió como principal de los empleados allí en el almacén textil. Cuando en el destino y en el camino se sintió desolado, triste y avanzando los pasos, para llegar a tiempo y puntual hacia su destino que era laborar para el almacén textil del Sr. Hilt Brown. El fantasma que lo perseguía desde el comienzo de su labor en el almacén textil, sólo lo vió correr detrás de él, del Sr. Derick Phills, como su sombra o peor aún como un animal o un mal hombre, el cual, él creía que le quería hacer daño, pero, no, era inocuo, bueno, era sólo un fantasma en que sólo deseaba a su alma para poder descansar en paz y él Sr. Derick Phills la tenía. Sólo saludó a la señorita Ponf en la entrada a la oficina y prosiguió a laborar con el textil. El textil sólo fue una industria para allá a los años 1922, como lo fue la primera industria manufacturera para el pueblo.
Continuará…………………………………………………………………………………………….