Divaga la mente en el espeso humo blanco de los recuerdos, el corazón rodeado con cadenas de nostalgia, duele el amor al encontrar las mariposas muertas, aquellas que al verla revoloteaban acelerando mis torrentes de pasión.
Nacen lágrimas que empañan la mirada, recorren mis mejillas con destino incierto, camino y camino sin rumbo, hombres y mujeres se cruzan en mi camino de un lado y del otro, una niña de ojos negros me sorprende dirigiendo su mirada a la mía, el cruce se mantuvo varios segundos, quizás su ángel de la guarda detecto mi pena.
Me falta el aire, respiro profundo, una y otra vez muy lentamente, siento que se réstituye la calma y mis sentidos, gira la mente, siento que se provoca una brisa interna por momentos intensa, intenta ayudarme dispersando las hojas secas de su amor, me recuerda que se aproxima el otoño, caerán más hojas, quizás cuando llegue el invierno, vientos huracanados las desplacen con vehemencia elevándolas muy alto hasta díspersarlas en paisajes de atardecéres con crespúsculos rojizos.
Me detengo en una plaza, estoy cansado, me siento en un banco bajo la fresca sombra de un ciprés, cierro los ojos y me dejo llevar a fantasías diversas.
Quizás la primavera me sorprenda convertido en un brioso potro salvaje, recorriendo solitario verdes praderas con perfumes de flores multicolores, tal vez, fragancias distintas borren por completo el recuerdo de la que tenía aquella rosa amarilla, ¿será entonces que se marchitará en mi jardín de amor? , si eso ocurre, guardaré con ternura en mí recuerdo, su imagen con gotas de rocío que representan su alegre sonrisa, el brillo de sus ojos y su pureza interior.