Quién osa prescindir de tu presencia,
de tu encanto, de tu aroma, de tu amor?
Qué tiene – me pregunto- en su cabeza,
Que desprecia de tu esencia su candor?
Está ciego, orate, o confundido?
Yo, qué diera por tenerte un solo instante
Cobijada con el fuego de mi nido!
Coronarte como reina y como amante!
Tú, la joya de museo más preciada,
La vestida cual princesa en cornalina
Irradiando la sonrisa más divina.
Abandona el rincón de tus tormentos
Y hazte huésped permanente de mi reino,
Y disfruta de mi amor grande y eterno.
(VOZ DE TRUENO)