SUEÑO O REALIDAD
No sé si lo soñé o fue una hermosa realidad, paseando
por las calles de Buenos Aires, recorriendo los cien
barrios porteños, llego hasta la Avenida de Mayo, donde está ubicado el edificio del viejo Café Tortoni,
una leyenda de Buenos Aires fundada en el año 1858,
y que funciona en la actual dirección Ave. Mayo 825,
Capital Federal.
Desde el año 1880 declarado Patrimonio Cultural,
su nombre procede al célebre Café Tortoni de Paris.
Infinitas personalidades del espectáculo, las artes, las
letras y la política eran habituales para disfrutar de las
tertulias bohemias; cuantas historias guardan sus
mesas y sillas, sus paredes bien cuidadas y decorado
con cristales, candelabros antiguos y cuadros de sus
antiguos visitantes.
Al llegar, un apuesto y elegante caballero me abre la
puerta y me toma del brazo, y susurrando a mi oído me
dice, “hace tiempo que te espero bella rubia de New
York”,
y comienza a cantarme esa bella melodía
grabada justamente en Nueva York en el año 1934:
Yo, asombrada, le respondo, “¿a mí?, debe haber un error”.
Y él me responde, “¡Sí, Sí, a ti, mi querida amiga, hace rato que te espero!”
Confieso que me sentí halagada y al mismo tiempo sorprendida porque eso nunca me lo había imaginado,
se aceleró mi pulso, mi corazón comenzó a latir fuerte,
por un momento creí que mi corazón se saldría del pecho, no podía salir de mi asombro.
El apuesto caballero era nada más y nada menos que el
morocho del abasto, Don Carlos Gardel, que con su voz melodiosa continuaba diciéndome piropos al oído
mientras con la otra mano sujetaba mi cintura,
yo, sonrojándome por la emoción, no sé si estaba
despierta o dormida, no sé si eran un sueño a una
realidad, todo daba vueltas en mi cabeza, coqueta
como toda mujer, me sentía en las nubes: que Carlitos
Gardel me estuviera esperando ya era toda un acontecimiento.
Continuó hablando a mi oído diciendo que me estaban
esperando nada más y nada menos que Jorge Luis
Borges y Alfonsina Storni, me sentí como caminando
entre la realidad y el abstracto, me recibieron con una
sonrisa amigable, conversamos por varias horas sobre
los poemas de Borges que recorrieron el mundo y de la
famosa canción, Alfonsina y el Mar, disfrutamos de un
rico café y pan tostado, hasta que debía regresar
porque me estaban esperando en otro sitio, me despedí
cordialmente de Jorge Luis y de Alfonsina, el apuesto
galán que me recibió me acompañó hasta la puerta con
un fuerte abrazo y dos besos en la mejilla y un hasta
pronto.
Al final nunca supe si fue un sueño o una bella realidad.