Derecho a réplicas de un terremoto que sacude
Sigilosamente periférico: casi nada tiene que ver
Con este estertor que presentimos e ignoramos.
Nos movemos en perfecta yuxtaposición
A los ojos daltónicos de Dios y tanta rebelión en pausa.
Confidente y voraz, voy escribiendo
En tu espalda de barro
Un espasmo de leyes oro y becerros sagrados.
Súbito hijo de Afrodita y de Circe,
Crees en el embrujo y la pócima
Se espesa en nuestras lenguas, se cuece en nuestras salivas.
El decoro es a la sangre lo que el tacto a la imagen.
Llámame a gritos por el nombre del veneno y descubrirás
Cómo este cianuro que somos te da Vida.
(Si supieras que no sos vos lo que temo,
Sino a ese desdoblamiento fatalista de mí
Que rebalsa mis huesos y sale descalzo a la calle
A arrancar margaritas y girasoles
Detrás del cementerio.
Si supieras que no sos vos lo que amo,
Sino a tu lejana voz de galaxias, polvo y luz,
Y a ese doble de riesgo tuyo que mide los ríos
Saltando con la ropa puesta.)
¡Claro que partir es compartirnos!
Ser pulpa y carozo de un durazno que muerde el Tiempo,
Desgranándonos de dulzura y dolor y verano.
Así nos convencemos de que el suelo no se mueve,
Sólo somos hábiles perpetradores de mutuas, sutiles alquimias.
Luego, ya callados nos miramos,
Como si nos estuviéramos recordando.
Sucede un remanso en el abrazo de la siesta
Y en la sonrisa tonta de quien reconoce su mentira.