Y me vestí con mi falda y mis zapatos de siempre para recorrer mis alegrías y en cada esquina estaba tu silueta dibujada a mano y pintada al óleo en los colores más felices, y caminando me encontré con el espejo y supe cómo al verte se me curaban un par de cicatrices, esas del alma.
Y empecé a correr hacia tu figura de arte y con fuego en las manos de querer tocarte, me diste calma.
Y mis ojos oscuros admiraban tu existencia en cada paso que daba y lo mejor de mí salía al reflejarme en tu sombra, caminé, ahora tomada de tu mano, escuchando como el aire te nombra, como corren las manecillas hablándome del tiempo contigo, prometiendo seguir adelante y a nuestro favor y por tu vida le agradecí al pintor, por la perfecta obra, por cada lunar que se plasma en tu piel y por tu boca que me roza la frente y recorrí de nuevo mis lugares favoritos donde la vida me enseñó la dicha, y me cubrí los labios de miel para saberte dulce y tuve que parar de caminar porque cuando agarré tu mano por primera vez se esfumó la gravedad y te invité a flotar conmigo junto a las estrellas.