Hay noches que recuerdo tu mirada. Traigo a mi lado esos tus ojos cargados de rubor y esperanza; luceros, dos caras de una incierta morada.
Hay noches donde me duermo en el café. Donde una lágrima me despierta la mejilla exhausta y distraída; tramo de mi rostro que alguna vez fue de tu mano suave caricia.
Hay noches donde el reloj se detiene. Donde los libros se arrugan; y cansados de mis sollozos amargos, me gritan, me insultan, me escupen sus palabras hiriendo mi alma desnuda.
Hay noches donde las letras se apagan, luego se encienden; tililan y me soplan al oído del corazón: \"¿Quién te dijo que no habría pena después del amor?\"