La soledad
no sabe de trincheras
ni de escondites.
Está muy cerca
buscando el fiel resquicio
por donde entrar.
Pero se pierde
con risas, y se aleja,
por un instante.
Es muy tenaz
y sigue en sus batallas
muy silenciosa.
Todos queremos
que pase y que nos deje
vivir en paz.
Hay muchos días
que el alba nos despierta
y ella no está.
Luego, sucede,
que avanza la jornada
y se nos muestra.
Nos amodorra,
entabla una batalla
muy desigual.
Al fin nos vence,
sus garras nos atrapan,
y estamos solos.
Rafael Sánchez Ortega ©
06/09/20