En mis manos había hielo,
en tus dedos mucho miedo,
en mi labio, afán de besos,
y en tu boca, sed de fuego.
Melodía de gemidos
que rimaban con mis versos,
apetito de pasiones,
y ¡qué pena!, poco tiempo.
En ese momento intenso
creo que tembló hasta el viento,
se estremecieron tu piel
y las puntas de tu pecho.
Si me hablaron del nirvana
o de gozar en el cielo,
descubrí ese paraíso
amándote sobre el lecho.
Constelación de placeres
ante el zaguán de tu sexo,
la conjunción de los astros,
y tu cuerpo…, ¡mi universo!