Tú última visita fue un miércoles lo recuerdo, te escapaste de tus clases y acabaste en mi cuarto.
Te esperaba en la parada e íbamos juntos de la mano. Donde acaba lo romántico y pasamos a otro plano.
La puerta ni cerraba y empezamos a besarnos, conforme caía la noche también crecían mis manos.
Despacio caminamos al estrado acolchonado, entre lujuria y travesura llegamos a lo acordado.
Tú abajo, yo arriba, acaricio lo conquistado. Tus piernas no me sueltan y me jalan a tu lado.
Gimes que me quieres, que eres mía para siempre.
Te aprietos más los muslos y me muerdes al instante.
Se cruzan las miradas y esbozas una sonrisa, aprietas más los dientes y me retuerzo entre risas.
Vuelvo a tu boca con ansias más masoquistas, el cuarto está prendido. Mis dedos se deslizan, encuentran lo que quieren y tú te ruborizas. Te niegas al principio, pero es parte de esta misa, donde el vino tiene alcohol y el agua no está bendita, donde hay que pecar para encontrar la luz divina.