Cada día que pasa muero;
y hago del ajenjo el suero;
que inyectado en las venas
hace más largas las penas.
En mi alma sólo hay moscas
que engordan frívolas y toscas
con la carne podrida
de una ilusión perdida.
Pierdo la cordura y el sosiego
cual incauto labriego
cuyas ganas de vivir son pocas
luego de sembrar sobre las rocas.
Y así mi corazón se desmorona
al pie de una fúnebre corona.