Suena el timbre
y bajo la leve llovizna
de noviembre
resumo los treinta años
de conocer su cara:
la actitud del guerrero vencido
que nunca fue a la guerra;
llega con las manos en los bolsillos
y la cabeza gacha…
es Wakefield que vuelve
con la lluvia,
con el viento de agosto
o con las tardes tediosas
de luminosos domingos.
Regresa como si nunca
hubiese partido,
perpetuando en su empecinado silencio
heridas que ya no sangran
y empolvados recuerdos
que ya no hablan.
Suena el timbre
y su figura menuda
cruza como un fantasma
la tenue penumbra
del largo zaguán
trayendo como equipaje
las noticias de su ausencia
y los abrazos contenidos
durante largas noches en vela
cuando en vano buscó lo perdido…
los besos guardados
bajo las alas del cuervo que grita
¡nunca más, nunca más!