Cuando, de repente, la voz del de mi continuidad, el otro minero, me confesó todo, que sabían dónde yo escondía los diamantes en mi hogar y que sólo querían esos diamantes para poder ser más ricos, pero, que no se esperaban ese derrumbe en la mina, ni que quedarían atrapados y con los labios atados también y como yo. Cuando en el instante se me debió de atemorizar la espera y tan inesperada de creer en el auxilio o en el socorro por mi vida. Cuando me ví horrorizada por la espera y tan inesperada, si yo sentí el tiempo pasar volando como tan voraz es el ocaso cuando se vá el sol. Y la mina derrumbada y tan destrozada y con tanta tierra que me llegó hasta el cuello y más a mis labios callados callando lo que gritaba mi alma, cuando en el suburbio automatizado de la espera por el rescate a los mineros, sólo no me dió ni tiempo de esperar lo inesperado por el tiempo en velocidad extrema. Cuando en el momento me dió como poder esperar lo que creció en el alma, cuando el tiempo me dió como aquella vez en que naufragó mi delirio y más lo insoportable de caer bajo tierra. Cuando en el instinto me ofreció como lo distinto de un evento tan trascendental de una manera inocua, pero, fatal como el haber sido enterrada bajo tierra y en una mina devastada por el tiempo, y el ocaso y el sol si yo estaba en el norte de al Torre Fuga. Si yo sólo quise marchar lejos de aquí, y con mis diamantes y tan pulidos si yo era Julia la que pulía el diamante en bruto, la que no soporta la decadencia y la impureza de las piedras preciosas y más la que con los diamantes crecía más mi propia esencia y más mi solo orgullo y más acrecentar más mis riquezas. Cuando en el instante yo debí de creer en mis fuerzas como en el imperio autónomo de la avaricia que aún yo tenía cuando la tierra cayó bajo de mis propias fuerzas. Y jalé tierra abajo por mi lado izquierdo, cuando esa voz me perseguía más y más, y me hablaba más cuando en el altercado se difundió entre esa voz y mi voz que le gritaba auxilio con labios atados. Cuando en el por qué de la siniestra y cálida tortura de la tierra sobre mis labios yo le gritaba más y más. Y caí en desertora de la vida y más del tiempo con un ocaso inerte y furtivo y tan febril como la fiebre en mi cuerpo en que yacía casi moribunda entre el suelo y la vil tierra. Cuando en el derroche de lo inusual y de lo trascendental me abasteció de un solo tormento en que me debatí la crueldad de lo inesperado. Cuando en esa misma tierra, acechó con bifurcar el pensamiento entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo bueno y lo malo, entre la verdad y la mentira. Cuando en el combate perdido me dió un suburbio entre la tierra y su pensamiento, como corrió el deseo de ver a esos desastres dentro de mi propio instinto en que yo debí de creer en el pasaje vivido cuando hasta en el alma me dió lo correcto de pensar y del sentimiento putrefacto de sentirme bajo tierra. Me fui de la nada dejando a un todo en el lodo y entre el estiércol de la perfecta tierra, pero, yo estaba en el momento correcto y en el instante verdadero, pero, caí en las sombras tan amargas de un sólo desastre y de un sólo derrumbe. Cuando entre los celos de un sólo tiempo, se me coció el alma por una oscura luz, y tan descendente como la misma salida que sí poseía salida, pero, era tan inocuo el destino, como lo superficial del camino, pero, era tan real como el mismo putrefacto y tan exacto era el frío camino. Cuando, de repente, fue y será como el mismo tormento, en que yo me lamentaba, pero, era mayor la fuerza y la avaricia que poseía muy dentro de mi alma, cuando los diamantes yo los pulía, si era Julia, la que recolecta los minerales explotados en la mina de Torre Fuga como el mismo instante en que me dió el refugio en la piel cuando la tierra me cubrió el cuerpo y más la piel. Y tan desnuda como la misma honestidad, quise el amor a la mina, a la mina Torre Fuga, cuando en el ambiente se llenó de responsabilidad, de honestidad y de un gran orgullo, laboré tanto como poder decir que era rica, extremadamente rica. Me llené por tanto que quedé vacía de todo, cuando en el imperio de la salvedad quedé mirando al cielo y como un terrible hielo, quedé como un artefacto dentro del ocaso inerte y tan frío como el invierno dado y temporalmente en un equinoccio pasando por el mismo tiempo. Cuando en mi alma se fundió una pequeña lucecita como en la salida una luz después del túnel. Si yo me encontraba cerca de la torre máxima, sí, en el norte de la Torre Fuga. Cuando en el instante yo debí de dar lo correcto y no lo incorrecto en saber que el desafío me coció como el ir y venir de un instante tan incierto como lo más poderoso de hallar diamantes en la explotación de minerales, como por ejemplo, lanzar la tierra con una pala excavando lo incierto de un por qué, tan lejano como lo cercano en adquirir esas piedras preciosas y diamantes en bruto, si era yo Julia, la que pulía los diamantes en bruto, la que recolecta los minerales en la mina de Torre Fuga. Cuando el destino no se fugó ni conspiró para hallar una cruel salida en que el tiempo, sólo el tiempo desnudó lo que comenzó con una caricia suave y delicada, cuando se fue el destino por el mal atrayente y mal final de un sólo derrumbe. Cuando se halló lo que comenzó un vil y atrayente desafío, cuando se fundió el ocaso en la mina Torre Fuga. Cuando se creó lo que mal comienza en un debate sorprendente, cuando se creó un mal tropiezo dentro de la mina y en mi interior un desastre como el derrumbe caído en la mina, cuando perforó en mi cruel desafío lo que soslayó el tiempo, y más el ocaso inerte. Cuando en el mal final se fundió como una manera cruel y desafiante cuando ocurrió el final dentro del terrible derrumbe de alud de tierra, socavando en el instinto, y en mi interior un cruel desastre. Cuando en el ocaso se dió como el nivel más bajo del invierno, pero, la tierra me dió calor cubriendo a mi cuerpo de sudor y tierra sobre la misma piel. Cuando mis labios atados quedaron allí, adentrando hacia el interior, una vez en el ocaso inerte y tan frío como el desenlace, o como el mismo desolado invierno. Cuando en la imaginación y en el pensamiento quedó mi ambigüa decadencia, cuando en el tiempo, sólo en el ocaso ardió mi desdén de proseguir una salida y con la luz en mi mirar cono el mismo reflejo del brillo del diamante, y yo anhelé y deseé esa salida que me diera la vida y más la libertad en otra vez ver y tener el sol en mi piel. Cuando en la vida laboral se dió como el reflejo del diamante sin pulir, cuando era yo Julia la que pulía los diamantes en bruto, la que excava la mina en Torre Fuga, cuando mi delirio fue tan frío como ver a mi piel cubierta de fríos con temores inciertos. Cuando mi tiempo y mi salvación se debía a que si pudiera salir de ahí sería mi eterna libertad como mi en mi propia vida poder vivir más, pero, era algo irreal casi trascendental mi delirio o “delirium tremens” con la pea de la noche anterior puliendo el diamante que hallé, el del cristal azul. El cristal azul sólo tenía un punto negro en el centro, cuando con lupa lo ví, lo sesgué y lo palpé. Y fue un desafío inerte y tan frío como el mismo cristal azul, cuando en el delirio se hechizó como un suburbio dentro de la misma piel. En el día anterior excavé muy profundo con mi pala de arrastre, con mi avaricia y con el desastre de un terrible desenlace cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, sólo coseché un tiempo nefasto, cuando me dediqué en cuerpo y alma a implorar y a excavar dentro de la mina Torre Fuga. Cuando en el desafío se tornó fuera de éste mundo cuando quise ser como el desierto frío y con dunas de un levante que me cegó los ojos mirando el cielo con luna plateada. Y me fui caminando lejos subiendo y bajando desde las dunas desérticas observando el tramo o el atajo en el camino, cuando en el desenlace me dió como el ir y venir lejos desde el mismo mal final. Cuando en lo serio del camino y tan recio y rudo y tosco, yo ví el desierto crudo y tan álgido como la luna plateada en el mismo cielo en que corría la luna y más la luz, esa luz que ella veía desde sus propios adentros desafiando la misma tierra que le cubría el rostro y más a sus propios ojos. Cuando en el final de todo se vió como incierto el camino cuando con flojedad se vió tristemente decidida, parca, pero, muy fuerte y tenaz como la misma dura y perdurable tierra en que cubría a la mina y más al cristal azul y más a su propio cuerpo y peor aún a su camino y a su frío destino. Cuando en el desenlace final me ví aterrada y más aferrada y horrorizada de espantos nocturnos cuando llegó la fría noche a descender sobre el cielo añil, cuando imaginé morir, y quedó mi pensamiento divagando en el gélido momento en que mi destino y mi camino me abrió de fríos y cerré a mis ojos logrando ver la luz que veía a través del túnel vacío y por una conmiseración. Cuando en el desierto mágico de mi propia imaginación me ví aterrada y más enfrentando a un camino sin salvación y todo porque ya moría y no de vida sino de sed, y ser sedienta de sed me hacía ser ávida en cuestión por mi eterna avaricia. Cuando en el destino me dediqué en ser como el viento frío, cuando yo sólo sentí y presentí la misma fuerza en cada suspirar y en cada momento en que se dedicó mi mirada en ser tan gélida, como el tormento, en que se debatía una sensación de calor cubriendo a mi cuerpo con la tierra por el frío que acontecía allí. Y se me fue el rumbo perdiendo mi voluntad y más los ojos por tanto querer pedir auxilio o socorro, cuando mi boca en vez de poder hablar callé. Y caí en el abismo frío y tan gélido cuando en mi adyacente cuerpo pedía un socorro, pues, sí que hallé al cristal azul enterrado, socavado e inerte como el frío y quise ser entre mis manos que socavaban la tierra. Cuando, de pronto, quise ser como ese cristal azul, tan translúcido y tan transparente como las nubes blancas en el cielo mismo, cuando en la alborada me ví con todo sol descubriendo su brillo y más su esencia y su presencia en la misma piel. Cuando en el suburbio de lo acontecido fui como el sol penetrando desde lejos hacia mi propia piel. Y quise en ser certera si cuando descubrí el silencio con la tierra en mi boca, callé, y cerré los ojos diciendo que quería vivir, pues, mi vida fue inevitablemente e irremediablemente débil y llena de avaricias quedó mi alma sola y con la tierra en mi boca. Cuando en el desastre de ir y de venir hacia la misma mina llamada Torre Fuga, en el pueblo Castillo del Mar, sólo yo presentí una fuerza en espelunca en que sólo yo le advertí al cielo que el sol era yo misma, cuando en el suburbio de lo prometido, busqué en el mar prohibido de mis pensamientos un sólo por qué, desnudando a mi piel por un frío atemorizante de espantos nocturnos, cuando en el instinto me dió frío. Cuando en derroche ví inalterado mi pensar y mi sólo sentimiento hacia la misma mina donde yo había laborado por tanto tiempo, cuando en el desconcierto de mi voz se vió reflejada la inefable, pero, indeleble tierra y más sobre mí. Caí llorando cuando en mi alma la sentí como una fuerte sacudida cuando en el interior de mi alma socavó muy adentro. Ingrato fue el destino cuando en mi interior se vió el universo oscuro, sin la luz que emana del cielo y sin mis ojos poder ver esa luz que florece desde el mismo cielo añil. Busqué esa voz a mi lado, pues, el destino apremia y socavó muy dentro de mi propio corazón la misma fuerza para poder ver la salida y más aún la libertad por ese alud de tierra sobre mi cuerpo y más sobre mi piel, dejando abierta una herida profunda y muy sangrante y tan latente como el mismo corazón y que latía con tanta fuerza desde mi interior. Cuando era yo Julia, la que pulía el diamante en bruto, cuando fue tan abrupto conseguir el cristal azul bajo la misma tierra en que hoy me cubría mi rostro y más mis ojos por el mismo llanto en que cercenó a mis ojos con tierra y fue tan perfecta como la misma recta en que creí ser yo su propia fuerza. Cuando debí atemorizar a mi alma por el miedo o por el horror de esa tierra sobre mi cuerpo frío, y sucumbiendo en dolor, sólo hallé lo que nunca, un dolor fuerte como en ser con el capricho de ser una recolectora de explotación minera a favor del comercio y en saber que mi avaricia nunca acabaría.
Continuará………………………………………………………………………………………….