Debajo del sol, el paisaje ofrece
acantilados,
la historia de cómo
el vivir diario crece en todas partes.
Inerme, por las plazas se ha perdido
el tiempo. Más oscuro,
más frío y turbio
que las estatuas en el promontorio.
Las altas torres de cemento, aún ahora
parecen hombres sordos,
pintorescos
como un dios de metal enfrebrecido.
Cierro los ojos
y hundo la memoria
en las nocturnas piedras de los pórticos.
Cercanías de Montjuic, primeras ramas
flotando en el difícil aire,
lentas,
como sonriendo con paciencia al día.
Frente al camino,
capas de entusiasmo.
Un perro blanco corre por el agua
y su figura invade las lejanas
rocas, el vientre de la hermosa calle.
Tiempos felices,
discretos rincones
por la brumosa orilla de hormigón.
Ciudad dormida
envuelta de colores,
donde la luz dibuja el mediodía
en la muralla de un noble castillo.