Desgraciada yo, desgraciado sol
que me aniquila los anhelos
me marchita la carne adolescente y se adolece
me falta la sombra de la caridad que mengue
mi desasosiego, mi falta de provisiones
y cubra lo infeliz que he sido.
Soy un mísero bicho que deambula
entre calles y miradas indolentes
sin sombra, ni cobijo, se disipa mi fe.
Huye despavorida de mi ser la esperanza.
Soy la infeliz descalza que deambula mundo
y andrajosa voy con prendas raídas de amor
me encuentras sin buscarme en cada esquina,
la mugre adherida es mi mayor prenda,
a veces mi alimento pues de los desperdicios
los que tiras o caen de tu mesa alimentan mi día.
Mi desesperada calma se duplica
y mientras para ti no existo, para mí,
desearía no existir o que no existiera mi codicia
que finalmente el frío congelara mi conciencia
y sin en cambio es mi cubierto para devorar
otra noche la tristeza de saberme vivo.
A veces me consuela otro hombre gusano
él más mísero y desgraciado que jamás
de bien alguno ha gozado o aquel otro
que quedo por la noche penetrado
esos para quien su mal ya está calmado
para quien no habrá hambre eterna que saciar,
y sin embargo, maldecir puedo mi entorno,
aún hay resquemor de encontrarme
cara a cara con la equitativa muerte
y me arrastro perenne entre la vida.