No es tiempo perdido
Al contrario
Comencé adolescente
En medio de una asfixia
Espeluznante
Me temblaban los ojos
Las manos
Y la voz
También las piernas
Dobladas como zancos
Penetraban la marea
Con ganas de morir
Aquella madrugada
Donde me di cuenta
Me invadía el otoño
Frente a mi
Las rejas y el martirio
A la espalda
El puñal más certero
Los perros ladraban
En un dialecto extraño
Mi alma sucumbía
Atada a aquella tabla
De madera podrida
A la izquierda la borrasca
A la derecha las ondas celestes
Metidas en el agua
Ahí fue donde comenzó
El miedo a los espejos
La mente en paranoia
Nadie podía detenerme
Corría y corría
Detrás iban los galgos
Sepultando sus patas
Me detuve
Y miré …
Yo también sepultaba las mías