Eres mi prisión, mi cárcel, donde estoy confinado desde que encontré por destino o casualidad tu mirada; si fueron tus ojos los que me colocaron estos pesados grilletes de anhelo, de fantasía de poder tenerte entre mis brazos y condenarme a ti; y ahora espero que te vuelvas mi dulce condena, de la que no querría librarme, haciendo que cada día busque la manera de que por ti sea sentenciado a vivir en calma con tus manos en las mías, de que me encierres en ti y nunca más salir.