Mis frutos maduros te han sustentado,
otros, que se han podrido,
nuestro suelo han nutrido.
¡Ya ves! Nada en vano se ha ejecutado.
La tormenta mi corteza ha lavado
y mi tronco ha curtido,
la hoja rancia ha caído
y las ramas hirsutas ha quebrado.
Con viento el tronco se ha tambaleado,
la raíz ha sufrido
embate embravecido;
el momento del reparo ha llegado.
Es tiempo para el preciso descanso,
tronco hacia el cielo erguido
y bien robustecido
por donde nueva vida se abra paso.
Mi raíz, entre rocas avanzando,
abre nuevo camino
hacia nuevo destino
donde destilar nueva savia otro año.
Nueva tierra a mi raíz ha abrazado,
sustento me ha ofrecido,
savia nueva destilo
para nueva vida que ha comenzado.
Hoy aguardo la luz que del letargo
me saque con su brillo,
me otorgue nuevo brío
y su estímulo me impulse hacia lo alto.
Que sintetice el aliento que exhalo
de esperanza vestido;
que, tras ciclo florido,
madure los frutos con que agasajo.
Soy como árbol longevo, contemplando
el planeta que admiro
y ofrezco mi cobijo
a quien a Dios ofrece su trabajo.
Soy como árbol frondoso y admirado
por aves que su nido
en mí han establecido
y brindan la armonía de su canto.