Nuestros labios ajenos y propios
se han visto muchas veces cerca,
se han saludado con sonrisas y gestos,
se han hablado, han insinuado sus secretos,
han querido tropezar y caer uno hacia el otro,
han pronunciado en el tumulto mil excusas,
se han mirado de reojo,
se han quedado observando lentamente,
densamente,
cuando ya no hay otros labios que murmuran;
nuestros labios empezaron a verse hace tan poco,
pero aún no conocen el tacto, la humedad de sentirse,
el calor de tocarse y confundirse,
en fin, no se conocen todavía
en la justa medida del afecto
que no tiene unidades de distancia,
solo aquella unidad que identifica
en un mismo misterio de existencia
dos almas que se entregan a la vida.
Nuestros labios ya pronto romperán
los delicados límites que ellos han tejido únicamente
para impedirse el peligroso salto
que les haga confundirse para siempre...