Dailyn Arce

Fragmento de mi cuento: El espejo

Haz lo que se te antoje: no me interesa; hace mucho dejó de interesarme tú locura infernal. Supón, entonces que si escribo esta historia es por puro egocentrismo, por ganas de hablar de algo. De todas maneras solo soy yo, y soy lo único que tengo, me conformo con saber que apenas me alcanza tiempo para detenerme a cuestionar mis actitudes, si estoy en lo correcto o si me equivoqué, entonces prefiero vivir ignorante de mi carencia de sentido de la justicia; no niego que me creo a veces dueña absoluta de la verdad, hasta que alguien llega y me recuerda que puedo ser igual de ingrata, vengativa y superficial que tú. De la soledad no me quejo: creo que he aprendido a vivir con mis demonios desde que te fuiste, ahora ya no me intimidan más. Disfruto burlarme de  esas mujeres que hablan con la sutileza de un huracán, o esas burócratas de sociedad con esa capacidad enorme de fingirse ingenuas; y me río sin cesar cuando me invaden sus críticas. Aun cuando me gustaría pensar en la inexistencia, despierto ahogada entre sus imperfecciones: la soledad de la casa. ¡Cuántas veces me sometí a toda clase de compañías! Llegando a sentir algo parecido al amor, que siempre, en su abstracta existencia, me fatigaba encadenándome a la soberbia. ¿Qué puedo decir para defenderme? ¿Cómo convivir con esos hombres que no me llegaban ni  a los talones? La soledad me encontró en el sitio más inesperado: a tú lado, por la obstinación, por el miedo...