Ofelio

PROSA III

Nunca te gustó recibir las cartas que te envié,
ni la mínima sonrisa salía de tus labios.
Quiero decir, jamás quisiste leerlas.
Pero ahora que entiendes lo que significaban,
las que no rompiste,
las que no quemaste, las abres y las lees
y te muerdes los labios y en tu rostro se pinta una mueca y en tus ojos una lágrima salada.
Dije que había una tormenta,
dije que te necesitaba,
deseaba que vinieras, te di mi dirección,
te ofrecí mi pecho abierto,
mi alma, mis brazos,
En la última carta dije que ya no había nada.
Te tomó años cruzar la línea del orgullo
y ahora sólo llegas a manipular mis cicatrices,
a hacerlas sangrar, a volverlas atróficas, mientras te digo que ya no hay nada.