Mirando la poltrona de la abuela
me viene a la memoria su figura,
sonriente, y muy repleta de ternura,
con límpida mirada de mozuela.
Vivaz, dicharachera, cual gacela,
tenía la preciosa galanura
que arranca al corazón la nota pura;
del tierno suspirar de la vihuela.
Tejiendo las bufandas de sus nietos
oía a los famosos Churumbeles;
haciendo aquellos gestos pizpiretos
igual que si tocara los rabeles;
con esa suavidad de los minuetos
que esparcen emociones a graneles.
Autor: Aníbal Rodríguez.