El laberinto de tu piel insomne
de saludables broches,
en la eterna calígene
ensaya sus colores
que atosigan a mi alma
de guerra y paz, sueño y decencia. Flores
y pétalos tardíos
en mi cenáculo de gloria.
Afrodita doméstica en impalpables goces,
aquella noche tu verdad inocua
me enseñó
la certera ocasión contra la dicha,
esa fiebre en tus brazos;
el mal humor de la nostalgia. Pobre,
paupérrimo en áspera ignominia.
Tus brazos conocieron
lo que el amor, en fría duermevela, esconde.
Marcos H.28.01.2021