Muy delicada y terrible
la corrupción de menores
y a los que tenemos hijos
nos causa muchos temores.
No hay un castigo ejemplar
hace falta más acción,
porque el poder judicial
sucumbe a la corrupción.
La pornografía infantil
es una industria poderosa
y son muchos los gobiernos
que la ven como poca cosa.
La educación familiar
nunca será suficiente,
en la calle y la escuela
el peligro está latente.
Para un delito tan grave
no debe haber clemencia
y debe ser castigado
con una larga sentencia.
Las leyes son complacientes
con el perverso corruptor,
porque no existe una ley
que le infunda terror.
Es muy difícil acabar
con este terrible mal,
mientras haya corrupción
en el poder judicial.
El que corrompe a un menor
no hay que llamarlo demente,
porque destruye a conciencia
la vida de un inocente.
Ante este gran problema
una posible solución,
educación permanente
y leyes sin corrupción.
Autor: Alejandro Díaz Quero
Villa de Cura,22/01/2021.