Hay una mujer desplegada
Llena de disparates y holocaustos
Que gime sin cordura
En un tono mayor
Parece más un aullido
En medio de la selva pueblerina
Que destruyo su risa más armónica
Y la llevo del brazo
Por senderos de fuego y tembladera
Esta mujer mancillada
Con la auto estima regada por su falda
Lleva una rosa roja
Prendida de su pelo
Con olor a naturaleza pura
Para aliviar el paso.
Creyó en un soberano azul turquesa
Y resultó ser un simple troca mundo
Bajeado en suburbios y cortes reales
Llenas de intereses mezquinos
Esta mujer que teje y teje
Sin cansancio
La madeja del amor y la ternura
Se le ha perdido el nombre
El habla, la audición
Y hasta el sentido
Desnuda y turbia
Aplastada por feroces arpías
De dos patas
Y un montón de ermitaños
Entre vástagos
Y zapadores mediocres
Que despedazan sus visiones