La vida no hay quien la
entienda ni quien la eche en
vasija…la miseria
transitando como el viento
con tremenda libertad y la
opulencia prisionera; en
manos de unos cuantos que
viven a su manera, sin
importarles la angustia de
famélicos vivientes.
En este mundo, de dios,
transeúntes somos todo;
pero, sin explicación, tu ríes
mientras yo lloro; te cobijas
yo me mojo; degustas ricos
manjares acompañados de
vino y, en cambio yo, me
como mis esperanzas
disueltas en la
amargura segregada en mi
saliva.
Así, no hay pero que valga
ni toro que llegue a buey…
castrándole la bravura de
su alma tapando a fuerza de
olvido sus ojos de gris
mirar, le retuerce el
pensamiento con yerba sin
espesura que en su estomago
no cubre ni una simple
hendiduras.
Yo digo, a plena conciencia
y sin temor a equivocarme,
una frase muy jocosa que
aprendí de la estrechez.
“No hay comida de
ricos, ni tampoco de
indigente; cada quien, a su
manera, puede limpiarse los
diente”
PABEDIZ…