Se quedó esperándolo a las cuatro de la mañana, era una cita romántica, ya se había preparado con anterioridad, la lencería era fina en color chedrón lo que proporcionaba calidez a su piel de por sí bronceada.
Dicen que las tres de la mañana es la hora de las brujas, ¿cómo no despertar a las tres, cuando a las cuatro vería al amor de su vida ?. La sonrisa permaneció en su rostro desde la noche anterior aguardando la hora. Tuvo que apagar el reloj antes que sonara, las cortinas dejaron entrar un aire helado y un sonido lúgubre.
Otro baño caliente de burbujas, ella se entretenía en bajar toda la cabeza en la tina, hasta que el agua cubría su rostro y pensaba en la muerte, como la sueñan los románticos. Todos dirían que bella persona había sido en vida, todos entristecerían por lo poco que la habían conocido, por lo poco que la habían disfrutado.
Cuatro de la mañana, esperaba un toque a la puerta, en cambio vio una sombra en la ventana, fue hacia ella, vivir en el cuarto piso tiene la ventaja de evitar personas indeseables asomarse.
Al descorrer la cortina vio a un hombre. Era blanco, traslúcido dejaba notar la falta de sol, sus ojos verdes parecían destellar , ella se quedó atónita. El hombre de la ventana parecía parado sobre tierra firme, pero ella sabía que flotaba. Sólo pudo ahogar un grito y lo dejó pasar. Como en un sueño lo llevó a su cama y se acostó boca arriba con las manos entrelazadas en el pecho, subió su cabeza descubriendo el cuello.
Su familia reportó su desaparición, el chico de la cita la buscó dos días después, en el edificio los vecinos dijeron que ella murió pero en otro lugar para evitar la depreciación del inmueble , aunque nunca encontraron el cuerpo su departamento fue el último lugar en el que había sido vista.
Ella murió, hay que llegar puntual a las citas; si no murió nunca volvió a ser la misma.