Los padres de Drecks eran y serán siempre anticuados, de la era de la decencia, y de la época del amor verdadero. Cuando, de repente, se escuchó un beso entre los labios de sus padres, pues, no, no estaban precisamente en la sala de su casa, sino en una charla, o sea, en una conferencia familiar con la psicóloga y en señal del amor que le tenían a su hijo se besaron. La neurastenia y la psicosis de Drecks no se hallaba muy bien de salud mental. Su estado de salud mental, estaba en una vesania e insania demencia de creer que todo jugaba en su contra. Y no, no era así, pues, su esencia y su presencia parecían estar bien o mejor, pero, no crean, el dolor se lleva por dentro. Si Drecks, jugaba con sus juguetes preferidos, desde pequeño y trajo algo a sus vidas y es que sería y era el único hijo de la pareja. Gritaba mucho jugando y se veía un hijo muy activo en su comportamiento físico, pero, llegó un momento de cansancio, de iras insolventes, no obedecía ya, y estaba frío y altanero con sus padres. En vez de obedecer, traía desobediencia. Era como el hijo pródigo y perfecto, pero, llegó el momento del dolor, el crecimiento. Fue un joven retraído, callado, y por demás, y vivía en un total silencio. Cuando fue a viajar por el mundo, se fue a Connecticut, una ciudad de los Estados Unidos, cuando con el frío y por demás, en un parque de diversión, sentado viendo a correr al tío vivo, se sentó a su lado, una muchacha llamada Deisiry.
No le preguntó nada, ni ella ni él, sólo se miraron fíjamente a los ojos y parecía que sus miradas se atraían con la fuerza del amor o más aún con la ley del amor, si el rey del corazón es siempre el amor, decía la vida misma. Cuando él, se levanta del banco de donde estaba sentado junto a Deisiry, él Drecks se marcha lejos de ella. Ella, Deisiry, también retraída, sin poder hablar sólo le fundió calor en los ojos del aquel invierno. Él, en ese mismo instante los trató de recordar, pero, su memoria tan corta, sólo se vió aterrado a un mal recuerdo, pero, que era tan bueno como poder amar a esos ojos que miró fijamente. Cuando, de repente, se vió alterado por un demonio que le decía que no, que no se enamorara de la muchacha. Ese demonio ilusorio sólo le dejó una marca trascendental, en su camino como lo que fue buscar en su interior más dolor que nunca con una pena que le dolía más y más. Cuando en el altercado entre su mirar y sus ojos, y los de ella, de Deisiry, sólo se vió aterrado y aferrado a creer que se quedaría solo por siempre, y que nunca más tendría ni llegaría a conocer el amor, si era la fuerza del amor como la ley del amor, si el rey del corazón siempre es el amor, decía la vida misma. Cuando el viento le trajo ese perfume, el que había percibido en el banco en el parque. Y tomó una gran decisión para bien o para mal, si regresó al banco a buscar a Deisiry, en el parque de diversión y no la halló, pues, había transcurrido más de una hora después de haber visto a la muchacha en el banco. Y se fue por el rumbo desconocido, por la dirección incorrecta, por el momento inocuo, y se quedó en el banco, Drecks, cuando, de repente, apareció Deisiry de la nada, como si hubiera sido una magia trascendental, y apareció Deisiry. Entablaron una triste, pero, muy amena conversación, cuando de repente, uno de los dos se tuvo que marchar. Y precisamente, fue Drecks, el que se levantó y se fue lejos de la muchacha. La joven quedó triste por la conversación de él, y de sus intereses, y hasta con cierta preocupación quedó ella, Deisiry. Cuando en el interruptor del tiempo, les jugó una muy mala pasada, cuando el tiempo se hacía más letal y más tarde para poder marcharse, cuando, de pronto, no se fue sin dejar su número telefónico, para poder continuar la charla tan amena y tan afable. Se fue Drecks a su apartamento, al que le impuso su padre con todos sus gustos, pues, era hijo único y lo que más quería y lo que más amaba, a su hijo único. Los padres de Drecks, siempre vivián al tanto de todo y por todo, lo que le acontece a su hijo, pues, era su esencia y más su hijo predilecto. Cuando en lo soberbio y áspero de la vida, siempre debía de creer en que la vida era siempre difícil y no tan fácil en poder vivir. Si siempre y cuando, en el desprecio autónomo de la supervivencia se veía de creer en el sortilegio de la verdad, sin ser cierto como única salvación posible de lo imposible y de lo inevitable de creer en el suplicio de la vida misma. Cuando Deisiry se encontró y se halló sorpresivamente entre el rencor y el suburbio de la autonomía clásica, se debió en creer en lo suave del destino, cuando en el percance de lo acontecido se debió de dar y en lo que fijamente se debió de creer en la imposibilidad, de ver el cielo de gris en vez de con nubes claras y blancas. Si la ley del amor irrumpió en deseos de amores tan reales cuando se vió cercado el amor, si el rey del corazón siempre es el amor, se decía la vida misma. Cuando en el deseo del viaje universal, se electrizó la forma de ver y de creer en el ámbito comercial de un juguete en cuestión de salvedad y de una cruel salvación. Cuando se debió de sentir lo delicado y lo fuerte en creer que su esencia y su presencia, se debió de creer en el altercado débil de las fortalezas en cuestión de amores. Y Deisiry siempre atenta, aunque muy retraída como el mismo Drecks, pero, muy insolvente, fría e inerte en su afán de hallar el verdadero amor, el que era y siempre quiso hallar. Cuando en el suburbio del corazón se identificó como la ley del amor, poder enamorarse después del amor de sus padres es ley de vida como si el rey del corazón es siempre el amor, se decía la vida misma. Cuando en el combate de la vida se debía a que no es fácil, como el desierto mágico, como la magia del universo trascendental, como si fuera un juguete muerto y sin sentido, después del altercado entre lo más ficticio de la vida y lo más difícil de la vida, tener que morir después de haber amado más. Cuando Deisiry sólo buscaba la fortuna en el infortunio débil y tan difícil en poder vivir a cuestas de la razón perdida. Cuando en el instante se debió de creer en el autocontrol dentro del mismo interior debatiendo una sola razón perdida cuando llega casi la locura. Y sedienta de besos inalterados y sin ser como el convite de besos fracturados cuando en el ocaso se dió como el principio de un desastre y tan erróneo, como el mismo instante en que se murió el frío por tanto calor soñado. Y Deisiry era y fue como la misma mujer que el tiempo pedía y que el amor buscaba. Y todo porque el mismo mundo se le venía abajo. Cuando en el instante se debió de ver el reflejo del sol pegado o adherido a sus ojos como imán huérfano en la misma soledad. Sólo se identificó como tan lerda, y tan tonta en que el amor se abastecía de miedos y de temores tan inciertos, como el mismo tiempo en que ella, Deisiry, no hallaba el amor verdadero. Cuando en el sol, sólo el principio dentro del mismo interior se debió decidir el funesto viaje en que el amor sólo se intensificó como grande e inmenso como la luz del mismo sol. Cuando en el tiempo, sólo en el ocaso se admiró de paz, y de un coraje inerte y tan frío como la misma nieve. Cuando se fundió el temor incierto de creer en el desierto mágico, cuando en el amor, sólo en el amor, se dió como la misma búsqueda inocua, pero, desde el más allá, hacia una nueva dimensión. Cuando en el instante se debió de creer en el desierto más trascendental y más efímero como tan perenne el silbido de esperar por el amor real y tan verdadero sí. Cuando Deisiry, se le vino abajo el comer del verdadero amor, cuando se encerró el amor en el mismo instante del corazón. Si la ley del amor era siempre el amor el rey del corazón, se decía la vida misma, cuando en su juventud siempre buscó la alternativa en creer en la fuerza del destino, cuando en el desierto inocuo o en el instante en que se debió de creer en el corazón en el momento, se debió de sentir como el mismo reflejo del mismo sol en la mirada. Cuando en el instante se vió el ocaso como el mismo cielo de gris tormenta. Cuando en el delirio autónomo de creer en el amor se debió a que en el corazón se sentía como el mismo instante sin amor dentro del alma sin luz. Cuando en el zumbido del oído le decía y le nombraba a Drecks, el del parque en aquel invierno. Cuando, de repente, se hizo como una gaviota volando lejos, atrapando alimento, y devorando como depredador a su presa y peleando en su hábitat y su aposento. Cuando en el alma se le posó a un alma llena de luz, y de pasión. Mirando y observando al alma y el corazón se entristeció de amor cuando no hallaba el amor en cada suspiro. Cuando la ley del amor era y siempre será el amor el rey en el corazón, se decía la vida misma. Cuando, de repente, se vió reflejado el alma dentro de sí, del ocaso muerto o con flavo color, dentro del mismo cielo abierto en contra del ocaso vivo. Y se dió lo más fuerte del destino, y lo que más se tornó desesperadamente, cuando en el zumbido del alma, se aferró como el mismo desierto efímero y tan real como lo perenne de un todo, cuando en el alma de Deisiry, se tornó pesada y con una luz tan opaca como la misma alma sin luz. Y Deisiry busca que busca un amor, cuando su pobre corazón y su destino en penurias se desató un convite entre su corazón y su alma. Olvidando un suburbio entre dos cosas, cuando en el alma, se debió de creer en el imperio del olvido, y en el corazón un amor que creció como la raíz feraz en el jardín del corazón. Y Deisiry, se olvidó de algo, como en el instante un fuego devorador en que el destino cerró los ojos del amor, y se enteró de que el instante se debió de abrir el momento en que el silencio barrió con la sola soledad cuando en el instante se debió de creer en la mala suerte que tenía el susodicho de Drecks, cuando al amor no lo hallaba, como sintiendo el mismo coraje de creer en el desierto. Cuando dentro del imperio insolvente de creer en el capricho se dió como principio de una sola verdad en el acecho de ver la vida y tan corta, como para saber que el destino se abre como el río llega al mar. Cuando en el silbido de un altercado, se da el frío nefasto de un capricho exótico, y tan real como la primera vez en que se amó de verdad. Cuando en el embate de la vida, se da una tediosa amistad cuando ella, Deisiry, le habló telefónicamente y le dijo que deseaba una amistad con él, con Drecks. Si Drecks, sólo se debió de alternar una mala osadía en creer en el silencio o en el sabio tormento de creer en el mal sin cura del amor. Se debió de amarrar al tiempo, y al silencio debatiendo una sorpresa sorpresiva de ver el amor en el corazón, cuando era la ley del amor amar y amarse y tan bien como un sólo deseo o como la misma alma con luz. Cuando en el silencio se fue como tormenta, cuando en el acceso del tiempo, se fue como el silbido y tan silente como el haber sido cometa de luz. Cuando en el alma se entregó el esfuerzo y la manera de ver el siniestro cálido del sol en manos del amor y en los ojos por el mismo sol. Cuando en los celos del amor se debió de amarrar el silencio en el corazón, cuando entre aquella amistad de los dos, entre Deisiry y Drecks, se perfiló todo como una bonita amistad entre aquella vieja avenida, en el parque con aquel invierno. Cuando en el desastre de ver el sol bajo la misma tormenta, se dió lo que más se vivió en el mismo silencio, cuando en el ocaso se dió como el mismo instante en que fue y tan ingrato como el mismo silencio y como el mismo invierno y tan frío.
Cuando llamó telefónicamente a Drecks, y le dijo que lo quería ver, pues, su amor iba más allá de la realidad, y de la salvedad en decir que el desastre se identificaría como el mismo sol quemando todo a su alrededor. Cuando en el instante se electrizó como un suburbio dentro del mismo corazón, si era la ley del amor, amar y amarse después de sus padres, como la ley de la vida, si el rey en el corazón era el amor, si se decía la vida misma. Si ella, Deisiry, sólo quería conocer a Drecks, cuando el silencio se hirió con el pasaje de vida sin vuelta alguna. Cuando en el ocaso se dió como la vuelta más mágica del universo, cuando en el convite de la comarca del ocaso se fue por donde mismo se va el sol. Si ella sólo quería conocer el amor, y era tan retraída, callada y en silencio sólo se debatió una espera telefónicamente.
Continuará……………………………………………………………………………………………..