Sus perlas negras atentas me miraban
en aquel paraje sagrado para ambos
donde múltiples estrellas juguetonas
dando luz a esa fosca noche en verano.
Su mirada me hacía perder cordura
cayendo pausadamente en su figura
dando tumbos en esa escalera oscura
hasta entregarme con vasta lujuría.
El tiempo rápido en el reloj corría
pues la luna llena ya no distinguía
las estrellas juguetonas se reían
disfruté, hasta que la mañana llegó.