Todos los días hundida
En una desolación mayor y rutinaria
A pesar de las oraciones y los mantras
Que dedico a mis creencias más profundas.
Hago ofrendas a la noche y a la muerte
Para que me concedan menor peso
Pero ninguna escuchó ni me escucha
Y es por eso que reniego como discípula
Y otras como maestra.
Sin poder olvidar
Mi convivencia anacrónica
En los manicomios de Siberia
En ellos conocí
La ineluctable incertidumbre
de la vida.
Cuando me aseguraron
Encontrar paz interior
Y solamente fui una nueva demente
Leña para la llama promocional
De aquellos que manipulan por decreto
Y hacen del hombre un trapo indefinido
Casi siempre sin rostro propio.
Una sordera aguda, se riega por mi casucha
Donde no existe legado oportuno
Ni siquiera un símbolo elocuente
Que dé señales de serenidad
O por lo menos de paciencia
Voces en regresión
Martillando incansables el silencio
Antiguos gritos
Sumisión
Infernal desastre
Cadáveres en la memoria
Salvas de Urgencia
Y otras lanzadas sin urgencia
Sobre el ego y la voluntad
Y sobre los cuerpos convertidos en símbolos
Remembranzas
A granel
Y otros augurios
Ni siquiera el roce de una estrella
Que provoque en mi epidermis el gran milagro
De volver a ser quien fui
O simplemente
A ser quien soy
Aunque sea de forma intermitente
Pero libre