Ni la lluvia me moja, ni el viento me estrella,
Ni la soledad me hiere, ni el silencio me quema,
Lo que me consume lentamente, es el sentir de muchos niños, son mis alumnos que han perdido abuelos, otros hermanos, padres y madres.
Se van tan rápido, que no hay manera de despedirles, a pesar de todo, dejan toda una vida de enseñanzas.
Sobreviviendo, a pesar del llanto y del dolor,
Sobreviendo a la pesadilla mortal.
Pero no hay palabras y ni abrazos para calmar está realidad.
Cada día las lágrimas en las familias ahondan el pesar de la vida.
No hay culpas, sólo, una gran insertidumbre.
Aún nos toca esperar y esperar, porque la fila es larga y la cura lenta.