Vengo a visitar las lunas avellanas
que adornan tus palabras,
a descargar mi deseo
en los pétalos rosados
que resguardan tu cascada de marfil.
A tomar tu mano
al son de un beso tímido pero decidido,
recorriendo la arcilla de tu cuerpo hasta tu frente;
suspirando en tus oídos, la pasión entre miradas
que tu gracia incita en mi.
Mi nariz será testigo, de ese aroma
de flores y acuarelas que llevas en las yemas,
dulces ínfulas de lujuria
empapadas de vigor y juventud.
Mis ojos, dichosos,
verán la tinta de tu alma,
y tu sentir en pinceladas
alineadas con tu incierto devenir.
Y por fin sentiré el calor de tu sangre
hirviendo por mis venas,
respondiendo al tornado de feromonas
suscitado en tus caderas;
una sorpresa sonrojada,
tus uñas en mi espalda
y mis mulsos en tu cama.