Vuelvo de nuevo al campo, junto al mar de tu trigo,
donde dejé mi apero, mi niñez, mi labranza:
¡mi ilusión más temprana!, a reunirme contigo,
con tu cielo estrellado, con mi mucha añoranza.
A perder la memoria junto a ti, viejo amigo,
relajado y en paz, -mi equilibrio y balanza-,
y mi espíritu vuele, al calor de tu abrigo,
con la paja y el grano, con la criba y la granza.
Vuelvo al sol, vuelvo al viento, vuelvo al cálido beso,
al calor del hogar, que se aleja y se añora,
a la senda aprendida que dejaron mis pasos.
Vuelve mi atardecer; ¡he iniciado el regreso!,
a tu cielo de antaño, y a tu cielo de ahora,
a extasiarse mis ojos con tus largos ocasos.
Deogracias González de la Aleja