Basil
ODA A LA VIDA
Solamente una vez cerré los ojos definitivamente, y esto es lo que me perdí ese día y los posteriores:
un amanecer que inunda el cielo de un rojizo vivo y dinámico, que va tornando a un
anaranjado conforme clarea el día, y un trinar de pájaros al despuntar la mañana que te
hacen encarar ese momento, y los que se avecinan, con un ánimo recobrado; una ducha con agua
tibia que te despeja y reconforta y te quita las telarañas que durante la noche se han
apoderado de tu cuerpo, mente y alma. Un café con un crujiente croissant y
mermelada de fresa que caen en tu estómago como un regalo culinario a esas horas del día;
una lectura sosegada que te hace viajar por parajes y sentimientos que de otra manera no
llegarías ni a intuir en tu apacible vida; una llamada inesperada de tu mejor amigo
contándote y compartiendo contigo, y sólo contigo, que la noche anterior cuando lo dejaste
en el bar, con la penúltima cerveza en la mano, ligó con la pelirroja del piercing en el
labio; un paseo por la playa con los pies descalzos sintiendo, ora la tibieza de la fina
arena, ora la frescura del mar y, observando lánguidamente, el ir y venir de las blancas
gaviotas en el azul eléctrico celeste mastieno.
Una cervecica fresca acompañada por unas almendras en una terraza del puerto sintiendo el
calor de mediodía del astro rey en la cara, mientras ojeas solo, las noticias del diario;
el deleite de pensar que cuando llegues a casa te vas a cocinar unas patatas y unos huevos
fritos con puntilla que ni un marajá los sabría apreciar mejor que tú; una siesta
reparadora de esas en las que estás a gusto en el sofá, cerrando y abriendo los ojos, todo
“ensoñiscao”, viendo cualquier cosa en la tele; el disfrute de escuchar por enésima vez in
Utero de los Nirvana y quedarte otra vez colgado con las guitarras sucias de los de la
banda de Kurt Cobain; dejar pasar la tarde lánguidamente y probar por primera vez un té
pakistaní con leche, dulce, en compañía de tus amigos de toda la vida dejándote mecer por
su conversación; andar ya camino de casa y encontrarte inesperadamente a María, tu ex que
todavía no es tu ex, y tomarte una cañas cenando y hablando de si terminar la noche en su
casa o en la tuya; ir camino a casa, solo, y agradeciendo tu suerte por haberos
encontrado, cuando ya enfilabas tu casa con ella, al ex de María, que sí es su ex, y que
ésta haya decidido, al final, irse con él porque si os hubieseis acostado sabes que la
hubieses cagado otra vez; llegar a casa cansado, ponerte el pijama y las zapatillas,
abrirte una cerve y sintonizar Radio-3 para terminar el día relajado y escuchando lo que
la jornada ha dado de sí; arrebujarte con el edredón en la cama y terminar de leer esos
capítulos que te faltan para saber quién se ha cargado a la enfermera rubia que,
supuestamente, asesinaron en el capítulo dos; y... cerrar los ojos recreándote en el hecho
de que ha sido un bonito día y sabiendo que no los vas a abrir más porque los has cerrado
definitivamente al principio de este relato.
R.I.P.
BASI JORQUERA 13-11-2017